DJ Andriu, trabajando cualquier noche anterior al 14-M de 2020. | Click

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Andrés Lladó es DJ. Es DJ Andriu y lleva muchos años en el mundillo. Más o menos desde 1979, que era cuando entró como ayudante de Miguel Vidal, el DJ titular de la discoteca s’Eixam, de Campos, su pueblo.

«Pinchaba lentos, antes de que entrara el DJ, y ya de madrugada, antes del cierre, me dejaban que llevara la sesión hasta el final. Recuerdo que el primer disco que pinché fue Easy, de Commodors. Luego, tras el cierre, me iba a Palma, a ver cómo lo hacían otros DJ. Iba a aprender, pero de paso veía que alguno de los temas que ellos pinchaban, los pinchaba también yo, por lo que –me decía– lo que haces, no lo haces mal, pues también lo hacen los que son mejores que tú».

Discotecas cerradas

Pasó el tiempo y se fue haciendo con un nombre para terminar siendo uno más entre los buenos. Por ello le cupo el honor de inaugurar BCM, en 1988. «Fue una noche inolvidable. ¡Inaugurar, pinchando, la mejor discoteca… Es algo que no se hace cada noche! Recuerdo que los otros dos que me acompañaron en cabina eran Armando Armenteros (q.e.p.d.) y Paco Belucci, y que Javier Ginard era el director, que Juan Nieto era el jefe de sala, que Xavi de Palma se encargaba de las luces, mientras que JM ponía los vídeos… Porque hay cosas que en la vida no olvida uno…»

A día de hoy, DJ Andriu hace 16 meses que no pincha y no porque no quiera, sino porque las restricciones que ha traído la pandemia lo impiden. «Por eso no entiendo que echen la culpa de lo que pasa al ocio nocturno, y en especial a las discotecas, cuando, desde el 14 de marzo de 2020, todas están cerradas. Entonces, ¿por qué culpabilizarlas de la expansión del virus?».

Solidario

¿Y sabéis una cosa? Pues que Andriu, pudiendo haber pinchado, no lo ha hecho. Y no lo ha hecho por solidaridad con los locales que no pueden abrir. Y lo decimos porque los organizadores de las fiestas ilegales que tiene lugar en chalets y fincas de Mallorca le han ofrecido trabajar, pero él se ha negado, y no por el dinero que le iban a pagar, «sino porque, primero –dice–, si me pillan, me pueden multar, y segundo, y para mi lo más importante, porque tengo colegas que están sin trabajo, y veo que las discotecas, sobre todo algunas en que he trabajado, están cerradas. Me solidarizo con ellos y con ellas y digo que no a trabajar en fiestas ilegales. ¿Cómo voy a trabajar si otros compañeros están sin trabajo y las discotecas están cerradas?».

Andriu no augura buenos tiempos para el ocio nocturno. Y todo lo basa en que si la gente no participa de algo, ese algo se vuelve invisible y si no participa quien debe de reordenarlo, más invisible todavía. «Y veo que el perfil del político de ahora no es el del muy fiestero, ni siquiera fiestero, lo que hace que el ocio nocturno no forme parte de sus vidas, lo cual se traduce en que es una actividad que cada vez se hace más invisible para ellos, por tanto no es consciente de lo que significa cerrar y dejar a la gente sin trabajo. Por eso yo llevo 16 meses sin poder trabajar, pero tengo que seguir pagando mis autónomos, porque, si no, no me podré jubilar. Y quien dice mis autónomos, dice también mis otros impuestos, agua, luz, teléfono… Y como yo, eso le pasa a muchísimos más».

Poca visión

Ahondando en lo dicho, «durante 15 años –sigue Andriu– he montado verbenas en distintos pueblos de Mallorca. Cuando hablaba con los concejales de festejos de turno, todos me querían enseñar cómo se montaba una verbena, porque así demostraban que entendían, cuando realmente en su vida no había montado ninguna, ni siquiera algo parecido. Alberto Jarabo, para Sant Sebastià de 2019, contaba con un presupuesto de 400.000 euros. Cuando sacó el cartel de artistas, apenas conocíamos a algún grupo. Y lo comentabas con los compañeros, y estos no daban crédito a que se hubiera gastado tanto dinero en grupos desconocidos, cuando estos deben de ser conocidos por todos, y no solo por unos pocos. Tal vez otro concejal con más visión de lo que le gusta a la gente, hubiera invertido ese dinero en algo más rentable…», dice.

«Es como lo del botellón,« asegura. «Al ser para muchos políticos invisible la noche, y encima no entendiendo que la gente quiere salir, en vez de mandar a la policía para que controle esas salidas, lo cual, además, supone un coste, impone el toque de queda, o lo que es lo mismo, prohibe salir».

Las fiestas ilegales

Con el fin de poder trabajar y llevarse algo con que defenderse ante la vida, Andriu, cuando puede, pone música en un restaurante. «Y lo hago porque, como no me dejan trabajar en lo que puedo, trabajo en lo que sea, hasta que me denuncien. Eso sí, trabajo en un local que me paga con factura, y que paga sus impuestos, trabajo que nada tiene que ver con el de pinchar en la fiesta ilegal, que no paga impuestos, y que paga a los DJ en negro. Son fiestas que, generalmente, se celebran en el campo y que no tienen ningún tipo de control, por lo que, de no arreglarse las cosas, como cada vez van a ser más, el campo va a dejar de lado la agricultura para convertirse en una fiesta».

Le decimos que extraña mucho que esas fiestas ilegales sigan en aumento sin que nadie lo impida. ¿Acaso en el pueblo, en cuyos alrededores se hace esa fiesta, no se sabe…? Porque en los pueblos se sabe todo, eh... Y si se sabe, pero no se manda a la policía por no tener efectivos suficientes, ¿por qué no se da parte a Delegación del Gobierno para que resuelva…? Andriu no duda que en un pueblo se sabe todo, lo que no entiende es por qué no se localiza esa fiesta y se actúa, suspendiéndola y sancionando a los organizadores…

Será, como dice, porque, a los políticos de hoy, el ocio nocturno les es más bien invisible, por lo tanto su empatía hacia él y hacia quienes trabajan en él es más bien discreta. «Podría ser, si no, ¿a qué viene que el ocio nocturno sea el malo de la película?».