Tomeu Pizà, rodeado de abejas. | Mica Pizá

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La temporada de miel en el Migjorn podría no ser tan buena como en 2020. La falta de lluvias ha provocado que haya menos flores y, por tanto, menos alimento para las abejas. Es una apreciación que hace el apicultor Tomeu Pizá, de Son Granada, en Llucmajor, que el pasado 22 de mayo empezó a revisar las cerca de 30 colmenas que tiene repartidas por la Marina llucmajorera.

Hecho el repaso, considera que la recolección de miel en esta temporada no pinta tan bien como durante el año del confinamiento. Han regresado los ruidos, la contaminación y la falta de lluvias, algo que, según los expertos, afecta a las abejas y a su productividad.

Pizá, que lleva años dedicándose de manera amateur a la apicultura, junto a su amigo Jaume de Can Butxaca, ya extrajo hace unos días y con buenos resultados la miel de este último acumulada en cajas en las zonas de s’Àguila y ses Palmeres. Sin embargo, las colmenas (en forma de cajas) del área de Son Granada, no presentan buen aspecto. Eso sí, espera que las repartidas por sa Bassa Plana sí cuenten con suficiente miel como para aguantar la temporada.

Un producto artesano

La verdad es que se trata de un producto artesano, al nivel de la sobrasada que se elabora de manera tradicional entre las familias payesas mallorquinas. «No podemos decir que la miel sea ecológica porque en los panales colocamos unas tiras medicinales para evitar que las abejas mueran por culpa de los parásitos, pero sí podemos asegurar que es artesanal pura», señala Pizá, natural de Campos y pagès desde su nacimiento, hace 73 años.

«Nosotros extraemos miel del tipo milflores de manera artesanal, sin mezclarla con jarabes ni azúcares y sin hervirla. Es tan auténtica que con el frío se llega a solidificar», explica. Tal es la calidad de este producto casero que ha recibido ofertas de compra desde Argelia o Francia. «En los últimos años se ha experimentado un incremento en la demanda de productos del campo; la gente quiere alimentarse de manera sana», apunta.

Sobre las abejas, asegura que «son unos seres dignos de admiración. Solo viven un mes y medio, un periodo en el que no paran de trabajar. Son vitales para la polinización y para que los árboles den sus frutos. Llegan a volar distancias de seis kilómetros para llevar el polen a la colmena», indica.

L’amo en Tomeu, que forma parte de la Asociación Balear de Apicultores (ABA), destaca que, en los cajoncitos en los que las abejas construyen sus panales, coloca una fina lámina de cera fabricada en Petra por Tomeu Gual, un pagès jubilado. «Esto les ayuda a construir más rápidamente las celdas y, por tanto, cuentan con más tiempo para fabricar miel», finaliza.

Tomeu Pizà, con la exquisita miel recogida en sus colmenas.