Midge Dalton, en su tienda junto a la iglesia de Sant Nicolás.

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La anticuaria Midge Dalton es más que una profesional de las antigüedades. Con los años se ha convertido en un referente y no solo de buen gusto y profesionalidad. Es una mujer elegante, criada en una familia típicamente británica que conoció y enamoró a un joyero mallorquín con el que tuvo dos hijas. Fue la íntima amiga de María Dolores Miró, que la acompañó en los tiempos en los que para una inglesa no era fácil integrarse en la sociedad mallorquina más conservadora. En el momento en que se dispone a liquidar lo que queda de su mítica tienda, en el lateral de la iglesia Sant Nicolás de Palma, por donde ha visto la vida pasar, cambiar y a veces detenerse, nos recibe cuando llega la reflexión final de una vida interesante y rica en experiencias que quiere compartir con nosotros.

Ha sido una de las mejores anticuarias de Palma, y aquí sigue. ¿Cuándo empezó?
– En 1975. En esa época había muchas cosas de estilo colonial que pertenecían a ingleses y americanos, familias generalmente muy importantes que habían traído a la Isla cosas fantásticas en el pasado y que o bien ellos o sus herederos deseaban vender. Ahora sería imposible encontrar esas maravillas para ponerlas a la venta. El momento es difícil, pocos se interesan por las antigüedades y eso que ya incluimos como antigüedad objetos y muebles de los años sesenta y setenta. Antes si un objeto no tenía más de cien años no entraba en una tienda como esta.

Batallar con la moda es complicado…
– El mueble marrón ya nadie lo quiere por muy noble que sea la madera. Las cómodas mallorquinas, que antes tenían muchísimo valor, ahora valen la mitad de la mitad; el mueble inglés, que es el que yo trataba, tampoco interesa a las nuevas generaciones. Trabajé mucho con este tipo de mueble clásico y elegante, muy inglés, gracias a un anuncio que inserté en el Majorca Daily Bulletin. Fue ahí donde la gente inglesa comenzó a conocerme y a traerme cosas maravillosas para que se las vendiera. Piense que estoy en este local desde 1983. De siempre he sabido lo que es bueno.

¿Usted dónde se crio?
– Soy una londinense hija de un comerciante importante. Me crie rodeada de cosas bonitas. Me casé con un joyero mallorquín con mucha tradición familiar, los Miró. Mi marido era Miguel Miró Cortés, nos conocimos en el Nixe Palace y al casarme en enero de 1960 pasé a formar parte de esta saga de joyeros tan importante que llevaba siglos con tiendas abiertas. Nunca pensé en convertirme en una señora dedicada a la venta, ni de joyas ni de muebles, pero el destino y mis gustos me trajeron hasta aquí.

Habrá visto cambiar la Isla desde un lugar privilegiado...
– Llegué con el coche lleno de cosas tan simples como latas de piña pero que aquí no se podían comprar. Me adapté rápidamente a la ciudad porque había buena vida entonces, fantástica. Vivíamos en El Terreno, en una casa con una vista maravillosa. Bajábamos y teníamos la plaza Gomila a rebosar de gente elegante y muchas personalidades. Después íbamos a Tito’s y te podías encontrar desde Marlene Dietrich a Sacha Distel o Shirley Bassey. Vivimos una época dorada sin darnos cuenta del todo, pero no hay que recrearse en el pasado que no volverá, hay que seguir adelante y pensar en el futuro.

Usted siempre ha vivido el presente…
– Siempre, me gusta la gente joven, me gusta la vida, vestirme como una jovencita a pesar de que soy consciente de que tengo una edad. Soy o intento ser una mujer moderna en todos los aspectos, a la que de siempre le han gustado las antigüedades.

¿Según sus gustos, cómo ha de ser una casa para que sea bonita de verdad?
– Mire, veo casas modernas maravillosas e increíbles, con obras de arte alucinantes pero que no tienen ni una antigüedad. No me suelen gustar para vivir en ellas. Al mismo tiempo veo casas atiborradas de antigüedades que resultan un horror. No me gustan las casas donde se amontonan muebles. Mire las antiguas possessions mallorquinas, repletas de muebles, con esas cómodas panzudas o de grano de arroz que antes tenían precios desorbitados y hoy nadie las quiere, ni por parejas. Los millonarios que compran estas fincas solo quieren arte moderno, y es una lástima porque pierden historia y calidez.

Usted ha trabajado con familias mallorquinas deseosas de vender sus muebles. ¿Cuál ha sido su pieza vendida favorita?
– No mucho, he trabajado más con ingleses o americanos. He vendido poco mueble mallorquín y sin embargo los mallorquines han sido muy buenos clientes míos. Respecto a la segunda pregunta, todavía tengo pesadillas con una cajita preciosa que compré con esmaltes y flores y que cuando la apretabas salía un pajarito cantando. La vendí hace veinte años o más. El otro día Sotheby’s vendió una igual por 180.000 libras mientras que yo la había vendido por solo 3.000 euros. He cometido grandes equivocaciones y he hecho algunos negocios buenos, pero así es como es esta profesión tan romántica.

¿Por qué deja de ejercer su profesión?
– Porque es muy difícil seguir adelante con las antigüedades, la plata y el marfil ya no interesan. Me da un poco de tristeza aunque algún día tengo que parar, pero no tengo muchas ganas de dejar esta plaza, que me ha dado tanta vida. Por aquí ha pasado todo el mundo, desde la reina Sofía, que me compró bastante a través de su ayudante porque a ella no le interesa demasiado la decoración. Sí recuerdo que me compró un huevo de Pascua, copia de Fabergé, para llevar colgado del cuello; su hermano Constantino vino a ver relojes, y mucha gente más de este tipo, que son los importantes de verdad. Me gusta ser discreta con estas cosas. Es curioso que, cuando era joven, con los reyes y príncipes de Grecia coincidíamos mucho en el Claridges de Londres, que era un lugar muy exclusivo donde para poder entrar había que tener una recomendación especial. Me sorprendía lo guapa que era la reina Federica porque no era nada fotogénica. Con su hija ocurre lo mismo. Son reinas de las que ya no quedan, han dedicado toda su vida al servicio de sus países, igual que Isabel II de Inglaterra, a la que adoro, y que no muestran jamás si sienten o padecen. Son reinas de verdad.

¿Qué piensa del tiempo actual?
– Luchamos a diario, y soy feliz cuando he pagado todo lo que debo cada mes. Lo demás me importa poco la verdad.