Nuria Iglesias elabora en su obrador de Palma unos postres personalizados que sorprenden por su calidad y realismo. | M. À. Cañellas

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Bodegón de productos mallorquines, zapatillas de deporte, balones de fútbol, castillos, coches de carreras, palas de pádel... casi todo lo que se puede imaginar se puede convertir en tarta gracias a Nuria Iglesias, una joven de 28 años que, desde su local situado en la calle Fra Lluís Jaume Vallespir, realiza unas composiciones tan asombrosas como deliciosas.

«Quería ser fisioterapeuta, pero por unas décimas no pude entrar tras acabar Bachiller e hice una FP de técnico de rayos. Me gustó, pero no encontré trabajo y entré a trabajar en una tienda de alimentación. A mi madre le gusta mucho el pádel y le dije a una chica que conocía si podía hacer una tarta en forma de pala de pádel. Vi que no era tan difícil y me decidí a probar». Nuria comenzó a tener encargos de amistades, el boca a boca se fue haciendo cada vez más frecuente, pero se encontró con el problema de que las tartas que vendía y que se degustaban en un restaurante debían tener un certificado de sanidad, así que lo pensó y se decidió por hacerse autónoma y dar un paso más en la profesionalización de su negocio.

palma 11:00 horas.

Ella no ha estudiado nunca nada relacionado con la repostería y su formación se basa sobre todo en tutoriales de internet. El 20 de febrero de 2020 decidió abrir su propio negocio, llamado Horneando ilusiones, tras dejar el trabajo, a pesar de alguna reticencia en casa. «Empecé bien, pero la mala suerte fue que apenas pudimos tener abierto durante tres semanas». El confinamiento amargó sus dulces expectativas, pero viendo cómo comenzaban a popularizarse las entregas a domicilio se lanzó a ese segmento para sobrevivir e intentar en lo posible equilibrar ingresos con gastos. «A partir del verano y hasta que empezó 2021 la situación fue difícil. Desde entonces ha mejorado un poco, pero con el problema de que lo que más pide el cliente son tartas pequeñas porque por las restricciones no se pueden reunir muchas personas en una casa y raro es que nos soliciten algo de más de 8 ó 10 raciones».

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Relación

Lo más habitual es que el cliente enseñe una fotografía a Nuria que muestra cómo quiere la tarta. «Pero también existen casos de que no lo tienen muy claro y entonces yo les voy ofreciendo propuestas hasta que el cliente decide la que más le atrae. Eso sí, nunca he rechazado un encargo. Me encantan los retos».

Es bastante habitual que este tipo de creaciones sean tan espectaculares como difíciles de comer. «Yo me preocupo de que mis tartas sean igual de sorprendentes que de sabrosas, porque es importante la estética, pero si luego no está buena, no me sirve de mucho. Para mí la mayor alegría es cuando me dicen que se la han comido toda».

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