Carlos Morell Orlandis, junto a algunas de sus obras, en Shangái.

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El pintor Carlos Morell Orlandis conoció muy bien la vida en lo que hoy conocemos como Casal Solleric puesto que fue la residencia de su familia durante muchos siglos hasta que el edificio fue vendido al Ajuntament de Palma. Durante el desalojo, Carlos, hijo del marqués de Sollerich, descubrió una caja con fotografías en placas de cristal que mostraban la vida de la familia y sus servidores e invitados desde que apareció la técnica fotográfica. Los documentos han servido para la publicación del libro Palau Sollerich. Memorias de Can Morell. Esta es su primera entrevista tras la consecución de un sueño que ha supuesto un trabajo monumental que engrandece la historia de Mallorca a través de imágenes de otro tiempo que nos muestran una realidad hoy desconocida.

¿Cómo le presento a usted, que posee tantos títulos?

–Yo solo soy un humilde y pintoresco pintor que cree que el romanticismo y la nobleza se encuentran ocultos en el corazón de la gente. Tuve la fortuna de vivir en Can Morell, hoy conocido como Casal Solleric, el título que ostentaba mi padre y hoy lleva mi hermano. Cuando pertenecía a mi familia nunca se denominó a esta casa Sollerich, así se llamaba nuestra finca.

¿Echa de menos el mundo de Can Morell?

–Sí que lo echo de menos, muchísimo, pero percibo que está en el corazón de la gente. Siento que la pandemia ha despertado un sentimiento de añoranza en mucha gente, nos ha permitido recordar.

¿Cómo empezó a gestarse el libro?

–Todo empezó hace muchos años. Cuando la familia Morell vendió Can Morell al Ajuntament de Palma en 1975 yo rescaté una caja de madera llena de placas de cristal que estaba olvidada o ignorada e iba a ser tirada a la basura. Yo ya era muy aficionado a la fotografía y me la llevé a casa. En un trastero de casa de mis padres en la calle Morey, donde había improvisado un modesto laboratorio fotográfico, empecé a positivar muchas de esas fotografías. La belleza que mostraban evidenciaba que habían sido hechas por fotógrafos que tenían una sensibilidad especial. Eso fue lo primero que llamó mi atención. Mi padre me explicó que en la familia hubo dos fotógrafos, Antonio Morell Bellet y Joaquín Morell Gual. El primero era hermano del pintor Fausto Morell Bellet, y el segundo, su hijo. O sea que eran fotógrafos pertenecientes a una familia ligada al arte. De ahí que su belleza complementara su perfección técnica. Pasaron los años y yo seguí trabajando con las fotografías de Can Morell. Llegaron los ordenadores y escáneres a nuestros hogares y en el año 2003 empecé a digitalizar los positivos fotográficos además de los negativos de la famosa caja de madera. También empecé a restaurarlos. En 2010 Luis Ortas me pidió que le dejara digitalizar los vidrios para así ponerlos a salvo de su natural deterioro. También digitalizó un montón de fotografías que tenían guardadas en Valldemossa mi prima Dolores Bethencourt Morell y su marido Jaime Vidal Boucher. Ellos forman parte de este libro y han sido fundamentales para su elaboración.

Su familia tiene historia por ambas partes, no solo por la rama Morell, también por su parte materna Orlandis-Habsburgo…

–En 2010 me fui a vivir a Shanghái. La Universidad de Fudan me había invitado a unirme al Instituto de Artes Visuales como profesor honorario. Las fotografías vinieron conmigo en su nuevo formato digital. Seguí trabajando con ellas en mi nuevo hogar. A ellas añadí muchas otras del Archivo Orlandis-Habsburgo heredadas de mi tía Margarita Habsburgo Borbón. ¡Oh, qué bien suena… y que decadente! Sé que a mucha gente le molestará que incluya nombres con apellidos tan sonoros, pero la discreción en este caso no tiene sentido, hablamos de historia de Mallorca, de España y de Europa.

No podían quedarse de ninguna manera en un cajón o en un archivo particular…

–Empecé a enseñar lo que estaba haciendo en las recién creadas redes sociales, especialmente en Facebook y en Instagram. Gustaban mucho. Algunos de los que disfrutaban de lo que iba publicando me animaban a contar cosas sobre Can Morell y sobre los Habsburgo de Mallorca, y así lo hice. La idea de publicar algo sobre Can Morell ya llevaba años rondándome. Quizá había llegado el momento de ponerse manos a la obra.

¿Cuándo y cómo se decide a mostrar sus tesoros?

–En 2018, durante una estancia en Mallorca, le enseñé lo que tenía a mi sobrina, y ahijada, Blanca Ballester Morell. Ella escribía y publicaba, o sea que conocía el mundo editorial. Mi idea era ampliar los antiguos textos que había escrito sobre Can Morell e ilustrarlos con un montón de fotografías que ya estaban listas y merecían ser enseñadas. La primera parte del futuro libro estaría dedicada a la historia de la casa desde el inicio de su construcción en 1764 por Miguel Vallés Orlandis, hasta su adquisición por parte del Ajuntament. Una segunda parte la dedicaría a contar leyendas familiares y anécdotas sobre aquel bello edificio que tanto había aportado a la cultura palmesana. Zuloaga, Sorolla, Sargent, Granados, Falla e incluso la emperatriz Sissi se habían paseado por sus salones. Tertulias sobre arte se llevaban a cabo con regularidad en una de las habitaciones de la casa.

¿Un libro sobre Mallorca gestado por usted desde Shanghái?

–A mi sobrina le gustó mucho lo que vio y me dijo que ‘lo dejara en sus manos’. Poco después me daba la buena noticia de que la idea había gustado mucho y que se podría publicar. Yo le propuse que formáramos un equipo y que lo escribiéramos juntos. Y así fue. Nos pusimos a trabajar en el asunto y al cabo de dos años estaba listo. Y entonces llego el coronavirus a China y como consecuencia mi aislamiento del resto del mundo. Para más inri cuando la crisis acabó en China empezó en el resto del mundo. O sea que el proyecto empezó a retrasarse. Afortunadamente los editores y patrocinadores del libro no se rindieron ante el virus.

¿Cuál es la filosofía del libro?

–Lo que pretende este libro es gustar y reivindicar un tipo de memoria histórica que no hace daño a nadie. También pretende animar a que otros investiguen y guarden sus recuerdos. Aunque las historias se conviertan en leyendas o mitos, es fundamental que no se pierdan. Quiero también resaltar que en los textos, especialmente en la segunda parte del libro, hemos abusado de la licencia poética. Es decir, hemos convertido algunas de las historias de Can Morell en pequeñas narraciones para dar más magia al asunto. Así y todo, todas ellas se basan en hechos reales y recuerdos.