Además de producir, Ochando es el guitarrista del grupo La Granja. | Teresa Ayuga

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Tiende a desordenarse y su voz suena perezosa, como en permanente jet lag. Pero cuando se arranca exhibe una curiosa mezcla de nervio intelectual y cháchara de bar, impregnada de un elegante sentido de la ironía. Su rostro esboza una cierta sensación de resignación, a lo Bill Murray en Atrapado en el tiempo, pero sólo es una fachada. Pablo Ochando es pura vitamina C. Músico, productor discográfico, filósofo sin título y anecdotista sin remedio, el mallorquín pone de relieve su carácter transversal en estas líneas.

John Lennon dijo que ‘la vida es lo que pasa mientras hacemos otros planes’. Con maestros así es más fácil aplicarse el carpe diem…

–El carpe diem será mi modus vivendi hasta que muera. Empecé muy joven en la música, lo cual me permitió vivir de una forma bastante hedonista, no como mis compañeros que tenían que labrarse un futuro laboral.

Como productor de Marta Sánchez, dígame: ¿qué diferencias hay entre la persona y el personaje?

–Muchísimas. Marta es una persona muy seria, competitiva y responsable en el trabajo; el personaje da una apariencia de frivolidad, se hace un poco la tonta, pero de tonta no tiene un pelo. Es muy inteligente y tiene una gran visión del negocio.

¿Alguna anécdota jugosa de los bolos?

–En el festival Starlite de Marbella Marta tenía que cantar con Gloria Gaynor, y antes del show ensayaron en un piano I will survive. Tuve el placer de cantar con ambas.

¿Por qué se refiere a la crisis sanitaria como la nueva dictadura?

–Es evidente que hay un virus pero las restricciones sociales, morales, culturales y cívicas que estamos viviendo me parecen absolutamente desproporcionadas. Están aprovechando para quitarnos las libertades.

De todos los problemas destapados por esta crisis, ¿cuál le indigna más?

–La precariedad laboral, que se ha visto destapada por completo en los últimos tiempos, pero sobre todo me indigna la facilidad de la gente para acatar órdenes sin quejarse ni preguntar.

¿Qué haría gratis?

–Ser jardinero.

¿Y qué no haría ni por todo el oro de Fort Knox?

–Callarme.

¿Qué es lo peor que le ha pasado en un control de aeropuerto?

–Fue en el aeropuerto de Londres, me metieron en una sala y me desnudaron por completo pensando que era un ‘narco’.

¿Cree en el poder terapéutico de la música?

–Si, totalmente, de hecho una buena canción te puede cambiar el estado de ánimo en cinco minutos.

¿La gran oferta que propicia Internet ha acortado la vida de las canciones?

–La música se ha convertido en un producto de consumo inmediato, y las carreras, dejando a un lado los grandes artistas, han desaparecido.

¿Por qué en la música se habla tan poco de precariedad laboral y otras desgracias cotidianas y tanto del amor y su ausencia?

–Porque es más fácil hablar de temas etéreos que de temas realistas. La gente escucha música como un escape de la realidad y no quiere oír las mierdas de otros, que son las mismas que las suyas.

En sus memorias, Leonard Cohen escribe que hay tres cosas difíciles de conciliar: pasión, amor y convivencia. ¿Comparte su visión de que perseguimos un imposible?

–Absolutamente. Hay que tener muy buen talante para saber compaginar esas tres cosas juntas sin caer en el drama.

Sigo con Cohen... El canadiense dejó escrito que el sexo es un 90% imaginación, un 9% fantasía y un 1% realidad, ¿está el sexo sobrevalorado?

–El sexo se ha mercantilizado, ha perdido el misterio y romanticismo que tenía, pero es una parte esencial del ser humano.

Si sus pesadillas tuvieran partitura, ¿quién la habría escrito?

–Maluma.

¿Qué canción escogería como autorretrato?

The joker, de Steve Miller.

¿Los proyectos deben ganar a los recuerdos?

–Siempre, no soy nada nostálgico, de hecho creo que si los recuerdos ganan a los proyectos es que estás en el lecho de muerte.

¿Cuál es la mayor mentira que ha tenido que decir?

–Te quiero.

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