El rumano Gabriel Cipera puede ser el ejemplo de la constancia. La vida no se lo ha puesto fácil, sin embargo lucha a diario para sobrevivir gracias a la música. | Click

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Nacido en Drobeta Turnu Seuerin (Transilvania, Rumanía), Gabriel Cipera decidió, el 25 de enero de 2015, venir a España en busca de un futuro que allí no veía muy claro.

«Llegué a Madrid en avión y me instalé en casa de mi abuela. Ella me dijo que me quedara el tiempo que quisiera, recomendándome que aprendiera el español y que a la vez arreglara los papeles a fin de legalizar mi situación. Por entonces hablaba inglés y rumano. Hice, en parte, caso a mi abuela, porque arreglé mis papeles, pero no aprendí español. A los dos meses dejé la casa y me fui a buscar la vida. Encontré trabajo con unos gitanos rumanos, pero como vi que trataban muy mal a la gente, dejé el trabajo y me busqué otro, esta vez vendiendo papas fritas y hamburguesas en una feria, y ahí empecé a aprender el español. A los cuatro meses me fui a Mazarrón (Murcia), donde me habían ofrecido un trabajo que consistía en cuidar a los niños que se subían a un toro mecánico. Pero como tampoco el trato era bueno y encima cobraba solo 10 euros cada día… Y el dueño, que era francés, maltrataba a uno de sus trabajadores, que era negro… Pues volví a Madrid. De nuevo en casa de mi abuela, ella me buscó un trabajo en Alcalá de Henares, donde tonteé con las drogas, casi enganchándome a ellas, por lo que decidí regresar a Rumanía. Pues si seguía allí, seguro que quedaba enganchado».

Coqueteó con la droga...

A Gabriel le conocimos unas noches atrás. Cantaba en la Plaça d’Espanya, poniendo voz a la música que sonaba a través de su teléfono conectado a un amplificador. Una voz de seis registros, del más grave al más agudo… ¿Cómo es posible que un tipo que canta tan bien, cante en una plaza donde la gente apenas le escucha, pues pasa rápido debido a que la noche es fría…? Quedamos en hablar al día siguiente, y a media tarde nos encontramos de nuevo. En esta ocasión vino con su amigo, Fabrizio, argentino y cantante, con quien, desde hace unas semanas, canta en calles y plazas, formando un dueto…

Habíamos quedado con que Gabriel regresaba a Rumania, ¿no? Pues una vez allí, sin pensar que en un futuro la música iba a formar parte importante de su vida, trabajó de camarero y se casó con una chica a la que dejó embarazada, «aunque nuestra relación está acabada», confiesa. Alguien le habló de Formentera… Y para Formentera se fue, donde trabajó durante dos meses y medio como camarero. «Como no ganaba mucho, y lo que ganaba me lo gastaba, volví a mi país, y a los tres meses me fui a Inglaterra, «donde trabajé durante tres meses como camarero, dedicando mi tiempo libre a cantar en la calle. En diciembre nació mi hija y fui a verla, a conocerla, quedándome allí durante un año. Por supuesto, la relación con la madre de mi hija no existía».

Dormir en la calle

El destino puso en su camino a una joven que vivía en Palma, que le invitó a que viajara a la Isla. «Vale, le dije. Voy a Palma… Pero, ¿cómo, si solo tenía en mi bolsillo 12 lei, algo así como 12,5 euros…? No me lo pensé, compré un billete hasta donde me alcanzaba el dinero, y al llegar a mi destino, me bajaba del tren, me iba a la plaza de la ciudad y cantaba ópera. Estaba uno o dos días, y cuando tenía para otro billete, lo compraba… Y hasta otra ciudad. Y así cada vez… Así llegué a Austria, de ahí pasé a Italia, luego recorrí el sur de Francia, entré en España y no paré hasta llegar a Barcelona, donde me embarqué a Palma. Todo a base de paradas, en las que cantando conseguía un dinero con el que comía y me compraba el billete hasta la próxima parada. ¿Dormir…? En plazas, estaciones del tren… Donde fuera y pudiera. Lo importante era avanzar. Una vez en Palma mi amiga no me reconoció, por lo que, otra vez, me tuve que buscar la vida, ahora con unos rumanos que me dejaron dormir en un colchón, en la cocina de su casa, y… Pues que llegó el coronavirus, y con él, el confinamiento. Así que para ganarme la vida, volví a la calle, zona de Calamajor y Blanquerna, a cantar ópera, pues otro trabajo no había. Pero como la gente no solía salir de casa, apenas ganaba unos pocos euros. Entonces descubrí la web de argentinos en Palma, y a través de ella me hice amigo de algunos, que me buscaron trabajo, pero no me gustó, por lo que desde ese instante decidí ganarme la vida como cantante, empezando en la calle, pues otro lugar, a causa del virus, no había. Así que, con un amplificador, la música del móvil y la guitarra, combiné la ópera electrónica con la ópera tradicional. Pero, a pesar de mis esfuerzos por ganar dinero con el que vivir, no lo logré. Y encima ya no viví más en casa de los rumanos, teniendo que buscarme un techo en la calle, en el Parc de Llevant, por ejemplo, donde dormí varias noches».

Gabriel Cipera, cantando en Plaça d’ Espanya
Gabriel Cipera, cantando en Plaça d’ Espanya.

Nos imaginamos al bueno de Gabriel tratando de levantar cabeza a base de conseguir unos pocos euros al día con los que sobrevivir. Pero estaba claro que, pese a sus esfuerzos, el destino no se lo estaba poniendo fácil, pues desde que salió de Rumanía la primera vez, todo habían sido contratiempos. Sin embargo, nunca arrojó la toalla. Y menos ahora…

Ha probado suerte en La Voz

«Un día, cantando en Blanquerna –sigue relatando–, alguien que me estaba escuchando me propuso cantar en una boda. Le dije que sí, fui a la boda, canté, y allí me ofrecieron trabajo... Como albañil, en Inca. ¡Pero yo quería ser cantante! Trabajé en la construcción un mes, hasta que un día hablé con mi jefe y le dije que me iba… Así que me compré una tienda de campaña, en la que viví durante once días en un lugar cerca de Son Banya… ¿Se imagina lo que es vivir así…? Iba de un sito a otro andando, me lavaba con botellas de agua, comía en comedores sociales… No me quedó más remedio que llamar al jefe y decirle que quería volver a trabajar… En noviembre pasado me encontré en mi camino con Fabrizio, cantante y guitarrista, un buen tipo. Decidimos probarlo juntos, y desde entonces estoy empezando a vivir de la música. No ganamos mucho, pero sí lo suficiente para sobrevivir...»

Gabriel nos confiesa que en dos ocasiones, una viviendo en su país, y otra el año pasado, en España, probó fortuna en La Voz. «Pero ni allí, ni aquí tuve suerte. Yo creo que fue porque no supe elegir bien la canción. Este año no voy a ir, pero seguro que repito en el siguiente, esta vez con un buen tema».

Mientras tanto, sigue cantando en la calle, hay días que lo hace solo –como la noche que le escuchamos por primera vez–, y hay días que lo hace con Fabrizio. Y lo hace pensando en que alguna vez el destino dejará de ponerle barricadas en su camino. Que ya toca.