Susana García, en el café La Juventud, en la calle Montesión. | Pere Bota

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No para. Susana García Reus lleva siendo un torbellino desde hace al menos 16 años. En julio de 2004 cogió el café La Juventud, situado al inicio de la calle Montesión. Cada día, estudiantes, vecinos y trabajadores de las diferentes obras de los alrededores acuden a por un café, un bocadillo o uno de sus famosos wraps. Y todo ello a unos precios populares.

Susana abre el bar cada día a las siete de la mañana y a las 16.30 horas pasa el relevo a su socio, que lo cierra a las 20.30. «Me da un poco de apuro decirlo, pero no me está yendo nada mal. Además, hay varios bares de los alrededores que están cerrados y me está viniendo más clientela». Este aumento de trabajo no le preocupa. «Al contrario, me encanta trabajar con presión. De todas formas, debo decir que ni por asomo se hace las cajas de antes, pero sirve para ir tirando». Y es que ella asegura que hasta la pandemia el negocio daba para cerrar en las vacaciones escolares y mantener a una familia.

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La relación con algunos de sus clientes es tan estrecha que mientras ella prepara un café o bocadillos, alguno incluso coge el datáfono y tica el importe consumido antes de pasar su tarjeta bancaria. «En estos momentos, mi equipo son los clientes y ellos me ayudan muchísimo», asegura. Por su situación, el café no cuenta con terraza, por lo que la apertura de estos espacios abiertos no le afecta.

Hace unos dos años decidió darle un nuevo aspecto al pequeño local (apenas cuenta con una mesa corrida para unas diez personas y de otras dos) y lo redecoró. Entre los elementos destacan los carteles con diversas frases, entre las que se encuentra su favorita: «El secreto de la felicidad no está en hacer lo que te gusta, sino en hacer que te guste lo que haces».