Jero García, autor de ‘Manual de un padre desesperado’. | Click

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Jero García ha sido campeón de España de boxeo, full contac y kick boxing. Ha sido también Hermano Mayor entre 2015 y 2017. Es presidente de la Fundación FAIC-Gero García, dedicada a la ayuda a la integración a través del deporte y contra el abuso escolar. Y, aparte, es actor. Ahora pasa unos días de descanso en Palma junto con su esposa –que es mallorquina– y sus dos hijos gemelos. Por la mañana, muy temprano, acude al Mega, a entrenar, y durante el día escribe – mejor, repasa– el libro Manual de un padre desesperado, que pronto verá la luz.

Jero tiene dos gimnasios en Madrid «que a causa del estado de alarma no pude abrir durante tres meses. ¿Y cómo sobrevives a eso…? Pues gracias a la solidaridad de los ciudadanos. Por ejemplo, mi casero me perdona el alquiler durante unos meses, diciéndome que no me preocupe, que cuando esto acabe lo solucionamos. Y el que no ha sido solidario, que han sido pocos, lo va a pagar caro, pues son muchos los locales que se han quedado vacíos (en Madrid, más de 50.000) por no haber podido pagar el alquiler.

En cambio, esa solidaridad la hemos echado a faltar por parte de los políticos. Hablo de solidaridad hacia los autónomos, sobre todo, sin olvidar a otros que también han pagado las consecuencias de la pandemia. Y digo, entre otros, autónomos porque fuimos los que ayudamos a solventar la crisis del 2008».

«Me pasé dos meses llorando»

El ex Hermano Mayor lamenta que «aquí no nos fijamos en cómo lo hacen otros países. Todos estamos de acuerdo en que esto es un problema grave. Pero es que a muchos sectores (hostelería, ocio nocturno, etc.) no puedes dejarlos como los has dejado, en bragas. En cambio, ves que en otros países sí los han apoyado. El ocio nocturno de toda Europa está cerrado, pero en la mayoría de países ves que tiene una ayuda, pero de verdad. Aquí, en cambio, nos han dejado con el culo al aire. Por otro lado, si no hay ocio nocturno, también es porque una parte de la ciudadanía es irresponsable, por lo que mientras no tengamos un elemento sancionador, seremos incapaces de asociarnos a la disciplina, lo cual es una vergüenza».

Jero, como otros muchos españoles, se pasó dos meses deprimido ante la situación de no poder hacer nada por salir a flote. «Me pasé dos meses llorando, hasta que un día me llamaron desde una cola del hambre preguntándome qué podía hacer por ellos. Y eso fue mi salvación. En dicha cola del hambre se estaban dando casi cinco mil comidas diarias. Viendo aquello, me dije que algo tenía que hacer. Y lo hice, poniéndome a dar clases on line, consiguiendo una tonelada de comida. Y a partir de ahí me hice voluntario de comedores sociales, echando una mano como sea, e involucrando a la gente en estos proyectos…».

Esta izquierda no me representa

En cuanto al Gobierno, ambos estamos de acuerdo en que en según qué aspectos está fallando más que una escopeta de feria. En el supuesto de que fuera nombrado –es un decir–su Hermano Mayor, ¿qué haría para que tomara decisiones mejores de las que está tomando ahora?

Antes de responder, deja claro que es socialdemócrata, «que estoy a la izquierda, aunque no de esta izquierda que nos gobierna, y que no me representa». Y tras una breve pausa, añade: «Está claro que nosotros no somos igual que Suecia, Finlandia o Noruega, donde las cosas funcionan. Pero sí podemos acercarnos a ellos siempre y cuando pongamos interés. A mí me llama la atención no solo el gasto público que tenemos, sino ver el dinero que se nos va por el desagüe, yendo a parar, casi siempre, a las mismas manos. Ya lo dijo Errejón en su momento, ¿no? Lo ideal es organizar cuantos más chiringuitos para que nuestra gente tenga su sueldo. Me estoy refiriendo a un dinero que ahora hace falta para la gente, para reabrir negocios cerrados, para ayudar a quien se ha quedado sin nada… Por tanto, menos chiringuitos y más ayudar a los autónomos. Y me refiero también a ese dinero que, por ejemplo, se está repartiendo entre unos ministerios que no tendrían que existir. Un dinero que serviría para ayudar a quienes realmente les hace falta: autónomos y gente como yo, que desgraciadamente tenemos los negocios cerrados». Y dicho lo cual, añade: «Ahora mismo, lo que está haciendo el político es pelear por su sillón. Y, para conseguirlo, lo primero que quiere es que la juventud no piense, ya que para mantener tu sillón es importante tener una ciudadanía abotargada... Por supuesto, estoy de acuerdo que ante esta pandemia ningún gobierno lo hubiera hecho bien. Pero a la vista están las intenciones de este y, entre ellas, no he visto ninguna encaminada a ayudar al ciudadano, sino a sentarse bien en el sillón durante años futuros. Sí, su única desesperación es no perder su puesto, ya que creo que ellos piensan que no valen para otra cosa. Son profesionales de la política, pero no de la que nació en la antigua Grecia, sino de su propia política».

Y ahora sí, contesta a la pregunta planteada párrafos más arriba, referente a qué haría en el caso de que, hipotéticamente, fuera nombrado Hermano Mayor del Gobierno. ¿Qué consejos les daría?

Entre lo peor, la crispación

«Lo primero, sería que evitaran lo que está haciendo mucho daño a la ciudadanía. Me refiero a la crispación. ¡Por favor, no crispemos más el ambiente! Y cuando habló de crispación me refiero a la que originan ellos. A la crispación entre ellos y la oposición, o entre la oposición y ellos. Y les diría también a todos que hemos de remar en la misma dirección. Y eso lo tendrían que hacer no pensando en mantener su sillón, o en su bolsa, o en proteger a los suyos, sino en beneficio del pueblo. Porque aquí, y más ahora, todos somos uno. ¿Que cómo se lograría esto entre mentalidades tan diversas y, algunas, tan absurdas? Pues encontrando puntos en común, como se hace en cualquier negociación o resolución de un conflicto». Y lo dice tan convencido que «a esos puntos en común –añade– yo hasta los encontraría entre Vox y Podemos».

Imaginamos que, al igual que otros muchos españoles, debió alucinar durante el confinamiento viendo cómo los políticos, en el mismo Parlamento, se insultaban los unos a los otros –fascistas, franquistas, extrema derecha, comunistas, terroristas...– olvidándose del resto de la ciudadanía. «Sí. Sentí vergüenza viéndolos. Y supongo que mucha gente, también. Vergüenza de tener unos políticos así. Y es que en esos momentos no era necesaria la crispación… Porque para crispación, la que nos ha traído el bicho. Ahí hubiéramos querido mesura en los discursos y no polarizar la sociedad. Los azules, los rojos, la extrema derecha…».

La vacuna y el futuro

En cuanto a la vacuna, Jero la considera necesaria en estos momentos «pese a no ser virólogo, pues creo que si la sacan al mercado, la habrán más que supervisado. Me imagino también que durante la investigación se habrá invertido muchísimo dinero… ¿Que muchos no quieren vacunarse…? Lo entiendo, pues nos han creado tal clima de desconfianza que es que no sabemos qué creer». Para finalizar, Jero deja en el aire una duda –otra– que tiene: «¿No les interesará que todos estemos en conflicto permanente? Porque si es así, esa no es una forma de vida, ya que si un barco tiene muchas grietas, al final termina hundiéndose. Por eso, creo que antes de que el barco se agriete más, debemos de cerrar las grietas existentes».

Pese a todo, cuando mira hacia adelante «veo que las cosas, en los próximos meses, tenderán a mejorar, ya bien por la vacuna o porque el grupo se ha ido inmunizando, como ha sucedido en Madrid, donde en abril y mayo las pasamos canutas, con un ratio de infecciones de 1000, pero que ahora estamos mejor que aquí, donde no solo hay más contagiados, sino que se tiene más que antes la sensación de que sí existe el bicho. Al menos, estando aquí, esa es la sensación que tengo».

A todo esto, hablando y hablando, no hemos hablado del libro, Manual de un padre desesperado, cosa que haremos en unos próximos días.