En el número 4, el socio Koldo, jugando junto a otros socios de la La Pica, ubicado en Son Sardina. | Teresa Ayuga

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«En la Navidad de cualquier niño de los años setenta solo había tres cosas que importaban: una pelota de fútbol, una bicicleta y el Scalextric». Francisco di Paola lleva más de 30 años jugando a esto último con la misma ilusión que cuando era un niño. Esa pasión la trasladó, hace ya siete años, a su negocio La Pica, el club más grande de slot (así se denomina oficialmente a este deporte de competición con automóviles en miniatura) de Mallorca y uno de los pocos con tienda física en el interior.

Se trata de un juego que llegó a España en los años cincuenta y que, hoy, ni siquiera el coronavirus ha acabado con esta afición.

El juego

Koldo es uno de los socios de La Pica. Lleva toda la vida en este mundo, pero solo un par de años dedicado a la competición. «Todavía me asombra cómo un gramo de más o de menos es suficiente para que afecte al vehículo», explica.

En este club hay dos modalidades: una de velocidad, donde compiten hasta seis vehículos, y otra dedica a los rally. Koldo cree que «este mundo de los Scalextric ha funcionado siempre muy bien». Sin embargo, hoy en día son los socios quienes mantienen con vida estos espacios. «En mi caso, la tienda es lo que realmente aguanta La Pica», dice Di Paola.

Los precios pueden variar dependiendo de la calidad y la fabricación del coche desde 35 a 80 euros. Las pistas, detalla Koldo, «es lo más caro». La intención de esta actividad es conseguir la misma adrenalina y emoción que se tiene en una carrera real. «El slot es más que un juguete», defiende este socio.

Con motivo de cerrar la temporada, La Pica reunirá este sábado, a partir de las 15.30 horas, a los aficionados en una competición «muy especial» y que pondrá fin a un mal 2020».