Los fotógrafos gastronómicos muestran en todo su esplendor las creaciones culinarias de los chefs y productores de Mallorca. | Cristina Ortega

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El Instituto Max Planck de Alemania ha llevado a cabo un estudio que ha demostrado que, realmente, podríamos decir que comemos por los ojos. Según los investigadores encargados de su realización, basta con que veamos un plato de comida que tenga un aspecto delicioso para que nuestra voracidad se estimule.

La explicación científica encontrada en este estudio es que la visión de la comida hace que aumente nuestra concentración de sangre de la hormona grelina (también es conocida como la hormona del hambre), que es la responsable de que sintamos hambre, según se explica en la web medicaloptica.es.

En Mallorca, algunos de los ‘culpables’ de que comamos con los ojos son los fotógrafos gastronómicos. Y entre ellos, Nando Esteva, Cristina Ortega y Tarek Serraj son un claro ejemplo por la calidad de sus trabajos.

Es curioso, pero los tres entraron en el mundo de la gastronomía antes de dedicarse profesionalmente a este segmento. Nando Esteva pasó más de un verano cuando era adolescente en Brighton, donde un tío suyo tenía un restaurante, y ahí se hartó de lavar platos. Tarek también estuvo trabajando en un restaurante cuando residía en su Artès natal, en la provincia de Barcelona. Y Cristina Ortega, que había enfocado su carrera profesional hacia el diseño gráfico, se vio arrastrada por la crisis de 2008 y entró a trabajar en el restaurante DaiCa de Llubí, donde se fogueó en sala. «Empecé a conocer ese mundo, además de a muchas personas de diversos países, pero el ‘click’ surgió cuando Cati Pieras me enseñó un libro de recetas de Ferran Adrià y pensé: ‘Yo quiero ser fotógrafa gastronómica’».

Por su parte, Nando Esteva, que lleva casi 25 años en la profesión, despuntó en Tristán, el único restaurante de Mallorca con dos estrellas Michelin de aquella época. «Trabajar con Schwaiger fue toda una experiencia. Es un hombre de aspecto serio, pero que luego resulta muy agradable. Chocamos porque a veces no coincidíamos, pero después ya me daba mucha más libertad», explica Esteva, ganador de 17 premios Lux –considerados los Goya de la fotografía española– en su prolífica carrera». Transgresor y original son dos adjetivos que pueden definir su labor. «Mi intención es mostrar mucho más de lo que se ve en el plato, aunque sin olvidar que la creación culinaria es la parte más importante de la imagen».

Con el tiempo, Esteva se ha dado cuenta de que tiene una obsesión: «Cocinar, que va ligada a comer y a conocer también la evolución de la gastronomía».
Tarek Serraj explica que en los últimos tiempos la evolución ha sido bestial y el responsable tiene un nombre: Instagram, una red que en apenas cinco años ha tenido un crecimiento exponencial. «En su conjunto, las redes han hecho que trabajemos tanto foto como vídeo», a lo que Esteva añade: «Cada día paso un montón de tiempo estudiando». Y Cristina interviene para dejar claro que «nuestro trabajo es mucho más que fotografiar platos, luego están los restaurantes, cocineros...». Esteva trabaja mucho para clientes nacionales e incluso multinacionales, y Tarek y Cristina han descubierto en Mallorca un nuevo nicho de trabajo producto de la COVID-19. «Los productores están viendo que las redes sociales son una gran herramienta para dar a conocer su labor. Es cierto que al ser gentes del campo no están muy familiarizados con ellas pero poco a poco van entrando y comprueban sus beneficios», explican ambos. Serraj pone como ejemplo a Martí Mascaró, el único productor de miel orgánica de Mallorca, quien ya se dio cuenta hace tiempo del potencial de lo digital. «Sé que tengo un buen producto y quiero venderlo a través de las fotografías», le dijo.

Los tres fotógrafos coinciden en señalar que es muy importante que haya una buena conexión con el cliente. «Para mí es fundamental la empatía y es mucho más fácil tenerla con alguien de aquí que con un trabajo en el extranjero donde intervienen un montón de personas», explica Esteva.

Todos tienen sus clientes asiduos, pero no pasa nada si un día escogen a otro. «No hay ningún tipo de celo. Lo que sí pedimos es que se respete nuestro trabajo. Yo me he encontrado fotografías mías ‘robadas’ por una agencia que además se las ofreció a un cliente mío», explica Esteva, quien se pone a contar aventuras y desventuras que ha sufrido, él y sus equipos, con robo incluido, cuando ha tenido que cruzar el ‘charco’.