Dolors Rodríguez, en el ‘casal de barri’ de El Secar de la Real. | Julián Aguirre

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La Setmana de la Cultura Popular, que arranca este sábado, se centra este año en la figura de la mujer. Dolors Rodríguez, balladora y maestra de balladors, es justa protagonista del homenaje especial que se le rendirá el próximo viernes, en el Teatre Mar i Terra, en el acto central de la Setmana. Dolors Rodríguez, que en 2007 fundó el grupo Al-Riyad, nombre antiguo de La Real que significa ‘paraíso del agua’ –el grupo se disolvió este año–, fue una de las pioneras, a principios de los años 90, en dar clases de ball de bot y sin duda allí arrancó todo lo que vino después, las ballades por toda Mallorca, las plazas llenas…

¿Se siente satisfecha de todo el trabajo realizado?
— Estoy muy satisfecha. Para mí lo más esencial es enseñar a novatos. Me gusta mucho enseñar la base, es muy importante. Pionera, pionera no fui. Aprendí de gente que ya bailaba. Precisamente a mí quien me enseñó fue un hombre. Esto es un baile matriarcal y manda la mujer, el hombre tiene que hacer lo que la mujer quiere, pero para enseñar tanto puede ser hombre como mujer.

¿Es usted maestra de maestras? Entre sus alumnas, y alumnos, ¿han salido profesores?
— Sí, es verdad. Luego cada cual coge sus costumbres, pero yo he enseñado a gente que hoy en día da clases y me siento muy orgullosa porque se mantiene la costumbre. Yo he seguido los pasos de lo que me han enseñado a mí y así lo he enseñado yo.

¿Cuántos años lleva en danza?
— Tengo 71 años y empecé a bailar en el año 86, tenía 38 años, y fue porque apunté a mis hijos a bailar en el colegio Costa i Llobera y allí María Antonia, una chica que venía de la escuela de música, me enseñó. Luego fui a la Escola de Música i Dansa y en el 92 empecé a dar clases, y desde entonces no he parado. Recomiendo empezar a bailar cuanto más jóvenes mejor, pero en los niños no se tiene que imponer, tiene que salir de ellos. Si no sale de ellos normalmente no siguen.

¿Quiénes fueron sus maestros?
— Aprendí fandangos mallorquines con el grupo s’Estol des Gerricó, y los fandangos menorquines con María Ramis y Rosa Vidal. Las mateixes, con Biel Fernández y Macià Pujol.

¿Percibe grandes diferencias, al margen del número de gente, entre las ballades de los 90 y las de ahora?
— Es cierto que cada vez hay más gente que baila. Sí que hay diferencia. Los pasos marcan muchas combinaciones nuevas, pero todo parte de unas estructuras y los pasos bases.

¿Es difícil mantener el purismo en los movimientos hoy con tanta gente bailando?
— Sí, es difícil seguir con esas purezas, pero yo intento seguir con mis normas.

Una de las cosas que hay que tener claro en las plazas cuando hay ballada es que en el rotllo la que manda es siempre una mujer. ¿Qué hace usted si se encuentra a un hombre al mando?
— Tiene que ser una mujer. Si yo veo que hay un hombre no entro en el rotllo. No lo echo, pero no entro. A mí de momento no me ha mandado ningún hombre, quitando al profesor.

¿Es el ball de bot un baile feminista?
— No, no, no. Es un baile matriarcal, pero no confundirlo con feminista.

En su familia todos están vinculados a la Cultura Popular, sus hijos, los hermanos Martorell….¿Toda esa pasión es obra suya?
— Sí, tengo tres hijos, pero sólo siguen dos, el mayor lo dejó, (Manel toca los instrumentos de cuerda y Pere Joan, instrumentos de viento). Yo empecé a bailar por culpa de ellos. Porque primero los puse a ellos a bailar, y el primer año tenía que estar esperándoles durante la clase. Al año siguiente decidí apuntarme, y ya no lo dejé.

En las ballades usted es toda una autoridad. ¿Es consciente de la admiración que despierta?
— Se tiene que mirar siempre a la que manda. Pero sí soy consciente de lo que despierto y por eso me obligo a hacerlo siempre bien, porque no se habla, es con los movimientos de la persona que das a entender lo que quieres hacer.

Con tanta pandemia, ¿cuándo cree que volverán las ballades?
— Sinceramente, no lo sé. Es una pena. Durante este tiempo confinados he bailado en casa y ahora tenemos cuatro clases, pero muy poca gente, lo hacemos al aire libre, con mascarilla, y no es lo mismo.

¿Cómo recibió la noticia del homenaje?
— Estoy que no quepo en mí. No sé si llegaré al día 20. No me lo hubiera imaginado nunca, estoy muy contenta por la gente que ha pensado en mi. Estoy rebosante de alegría.

¿Qué le aporta el baile?
— El baile me aporta mucha alegría. El tiempo que bailas no piensas en nada y te desconectas. Perdí a mi marido hace once años y las alumnas y el baile me ayudaron mucho. Y el baile me dio empuje para seguir.