Bari Enseñat Ribas posa en los Jardins de Tramuntana. | Eugenia Planas

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La vida no está contemplada en Instagram. Sonrisas y más sonrisas, excursiones paradisíacas, viajes y encuentros no hablan de desencuentros, pérdidas o decepciones como las que se encuentran en los verdaderos álbumes de fotografías personales. Bari Enseñat Ribas, con tan sólo 22 años, es capaz de asegurar que «me inspira la tristeza».

Es Bari, una joven de piernas y sonrisa muy largas, dulce, alegre y a la vez de ojos melancólicos que suman atractivo a un físico y una personalidad que cautivan. Este año estudia quinto de Farmacia desde un rincón de su casa, telemáticamente. Su estancia en un colegio mayor, las vicisitudes del camino en compañía de otros estudiantes, han dado paso al anodino encuentro con las aulas a través de la pantalla de un tedioso ordenador. Sin embargo, Bari convierte en arte la tristeza.

Música a través de Instagram

En tiempos de confinamiento compartió en Instagram algunos directos en los que cantaba como si estuviera en un local de copas, a la luz de las candilejas y ante un público atento a su música y su voz. Miles de visitas y likes confirmaron que estaba preparada para lanzarse a la aventura musical, la que inició a los 9 años de edad.

«Vi en el sótano de casa una preciosa guitarra eléctrica. Al preguntar, mi padre dijo que iba a tirarla porque estaba rota. Le animé a arreglarla y retomó su afición de la adolescencia. A los pocos meses, mi padre tocaba, mi madre cantaba y se unieron a ellos mis tíos Jaime y Carlos. Yo aprendí a tocar la guitarra y empecé a cantar temas de los ochenta, los temas que ellos cantaban. Ahora mi padre forma parte de un grupo de médicos y farmacéuticos que hacen música, los Rock & Health, y toca a dúo conmigo».

Cuando Bari marchó a Madrid, la melancolía hizo mella en ella. «Una tarde me fui al Retiro con mi guitarra y me puse a cantar. Me gané 12 euros sin pretenderlo». Y se ríe. A partir de entonces, nació la Bari cantante, esa que se presentó al Certamen Musical de Escuelas Mayores de Madrid y ganó el concurso.

Formación

Comenzó sus clases particulares de canto e interpretación musical y encontró su estilo, su manejo de la voz, la respiración y el gesto. «Quería ser cantautora y no parecerme a nadie, tener mi estilo propio. Me di cuenta de que no hay que evitar la tristeza sino saber gestionarla y expresarla. En los momentos malos, es cuando soy capaz de crear un tema».

En el festival Muchamuchacha y en el Free Art Festival se dio a conocer en público con sus temas Lobo, A solas, Para ti, Luna o Los momentos que no llegan. Ha sido Epidemiology el tema con el que ha surgido la rabia a borbotones. «El mundo está enfermo y la cura está en nosotros. Hay una epidemia de egoísmo».

Bari, la que ahora educa el color de su voz, que está en proceso de renovación de repertorio y de empaquetar su carta de presentación, es realista. «No podré vivir de la música pero tampoco sin música». Quiere dedicar sus días a la divulgación de los beneficios de algunos productos farmacéuticos y a la nutrición como importante factor en la salud y calidad de vida. La música será siempre su gran pasión. Junto a David Mae, productor musical y promotor, sigue por un camino de fusas y semifusas. David concluye: «La voz de Bari es tan necesaria y productiva como la tristeza». Y Bari sonríe divertida, con la guitarra al hombro y la melancolía en la mirada.