Una clase de guitarra impartida por Jaume. | Pilar Pellicer

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Mercè está encantada con su batería. En casa tiene una igual. «Era un instrumento al que casi nadie se apuntaba. Yo era muy nerviosa y se me da bien. Llevo ocho años aprendiendo», afirma.

Es una de las 535 alumnas y alumnos inscritos este año en la Escola Municipal de Música de Palma, que se ha adaptado a estos tiempos de pandemia y ha reformulado la forma de impartir las clases: junto a las sesiones semipresenciales (presenciales hasta los 7 años), los alumnos se estrenan en sus clases telemáticas y sesiones fuera de las aulas (en la plaza anexa al Teatre Xesc Forteza). «El uso de la plaza ha venido para quedarse. Se nos ha dado la oportunidad de empezar», afirma Fèlix Aguiló, director de la escuela.

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Mercè, con su batería.

Atención emocional

Guitarra, piano, violín, violoncelo, flauta travesera, clarinete, saxofón, trompeta, trombón, percusión, guitarra eléctrica, bajo eléctrico, canto moderno y batería les están esperando. «Afrontamos este nuevo curso con el aprendizaje que supone el hecho de que desde marzo las clases se realizan on line», añade. En cualquier caso, independientemente del escenario en que se impartan las clases, Aguiló tiene claro que el trabajo educativo pasará por dar más atención emocional al niño «para, después, poder adecuar el proceso de enseñanza y aprendizaje».

En una de las aulas se encuentran Marcos (profesor de piano) e Iria. «Lo estudio desde hace cuatro años porque era el instrumento que más me gustaba. Practico lo justo, normal», afirma. Muy cerca se encuentran Albert y Andreu. El primero acaba de impartir una clase de percusión en el salón de actos. «Lo que más les gusta es la batería. Intentamos que hagan un poco de todo (timbales, marimbas...) para desarrollar el sentido armónico, no sólo el ritmo», señala Albert. En cada puerta de un aula figuran las fotos de sus profesores y los instrumentos que dominan. Son puertas personalizadas. En una de ellas se encuentra la imagen de Sinead, que imparte clase de violín a Cristina. «Me atrae mucho cómo suena. Llevo seis o siete años tocando el violín», afirma Cristina. «Lo que más les cuesta es concentrarse», añade la profesora.

El sistema de estudios que siguen los alumnos es rotatorio. Algunos acuden a clase y el resto la siguen desde sus casas en línea. La semana que viene rotarán. Roberta tiene la clase bastante llena. Todos están con mascarilla. Enseña cómo interpretar una partitura. Van trabajando poco a poco, a su ritmo. En una clase telemática se encuentra Mario recibiendo las mismas explicaciones. La semana que viene le tocará presencial.

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Iria, junto a Marcos, su profesor, y otros dos alumnos siguiendo la clase en línea.