Antes de ir al Museu de Sant Carles, la silla estuvo en el despacho de Josep Carles Tous y de su sucesora, Carme Feliu, donde fue visitada por algún cubano. | Click

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Antonio Maceo, el Titán de Bronce, héroe de la guerra de la independencia de Cuba, murió a tiros y a machetazos el 7 de diciembre de 1896 en el rancho de San Pedro, sito en el municipio de La Habana, junto con su lugarteniente, el capitán Panchito Gómez, por las tropas españolas al mando del comandante –y farmacéutico– valenciano, Antonio Cirujeda Cirujeda, Marqués de Puntabrava, uno de los militares de confianza del general Weyler, que le venía siguiendo desde que cruzara en barca el río Mariel, tres días antes.

Entre los trofeos de Maceo que recogieron los españoles estaba su silla de campaña, hecha de un tronco de palmera, con la bandera de Cuba grabada en la parte posterior del respaldo, y las iniciales de su nombre y apellido en la anterior, que se quedó como recuerdo Weyler, quien se la trajo a su casa de Mallorca.

Habiendo estado varias veces en Cuba, casi siempre con el fotógrafo Joan Torres, tuvimos conocimiento de esta batalla. Es más, estuvimos en el lugar, donde una de las muchas personas con las que nos entrevistamos para hacer el reportaje, nos habló de que «en Mallorca deben de estar la silla de montar y el machete de Maceo que Weyler se llevó como trofeos de guerra».

Pensamos que por entonces, en Mallorca, a Maceo, a grosso modo, solo le conocían los historiadores Sebastià Serra y Antoni Marimón, autor, entre otros, del libro Els balears en les guerras de Cuba, Puerto Rico y Filipines, y el también historiador Juan Antonio Negreira, quien, antes de viajar a la isla caribeña, nos proporcionó datos y nos puso en contacto con la profesora Olga Portuondo, sin duda la persona que más conocía esta guerra según pudimos comprobar cuando hablamos con el ella en Santiago, Caney y El Viso. Porque lo que es entre la clase política de entonces, de Maceo, según pudimos ver, preguntando en Cort y en la Conselleria d'Educació, ni idea.

En un lugar no visible

Un día de finales de 1994, de regreso de uno de los viajes que hicimos a La Habana y Santiago de Cuba, hablando con Sebastià Serra, le preguntamos si tenía idea de dónde podían estar un machete o una silla de montar de Maceo que Weyler se trajo a Mallorca.

«La silla de montar –nos dijo–, se la devolvió Felipe González al gobierno cubano. Del machete, ni idea. Porque creo que no fue un machete, sino una silla de campaña... Yo de ti buscaría en el Museu de Mallorca. Tengo entendido que esta silla estaba en la sede de la Jefatura Provincial del Movimiento, con otros objetos de la época franquista. Al ser desmantelada para reconvertirse en sede de Presidència del Govern, muchos de esos objetos vete tú a saber a dónde fueron a parar. Pero tengo entendido que la silla está en el Museu de Mallorca».

Hablamos con el director del museo y nos dijo que en el trastero había algo parecido a lo que buscábamos y… Pues que allí, en un cuarto donde se guarda lo que no sirve, estaba la silla, entre otras cosas, suponemos, porque no cabía en otro lugar del recinto, pero como el director era persona meticulosa y cuidadosa, en vez de rechazarla o tirarla, la depositó ahí, pues exponerla no podía. La silla nada tenía que ver con lo expuesto ni con el sentido del Museu.

De la silla, tras hacerle fotos que publicamos en este diario, le hablamos al concejal de Cultura de la época y… ¡No recordaba quién era Maceo!

Un día de finales de primavera de 1995, desde el Nuevo Herald de Miami llamaron para entrevistarnos por el hallazgo, pidiéndonos fotos de la silla. Otro día llegaron unos cubanos de Miami a ver la silla. Les hicimos fotos y las publicamos. Algunos de estos viajeros nos comentaron que Jorge Mas Canosa, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, estaría dispuesto a comprarla y llevársela a Miami. Y a partir de este otro revuelo, las autoridades de Palma empezaron a interesarse por la silla –¡Ay si lo hubieran hecho antes…!–. Casualmente, andaba por Mallorca Tomeu Sancho, ‘nuestro hombre en La Habana’, a quien mostramos el trofeo. Tomeu nos habló largo y tendido de Maceo, de los mambises, y de lo que ambos habían significado para la guerra de la independencia cubana y… Pues que el concejal de Cultura, un día rescató la silla del Museu y se la llevó a su despacho, aislándola del mundo en una urna de metacrilato. Vamos, que pasó al Ajuntament y… Pues que a partir de ahí, con lo que dio que hablar la silla, y su descubrimiento, la gente de Palma, a través de Ultima Hora, supo de quién era esa silla y quién era su dueño, o sea, Maceo.

El concejal Tous, a quien le hablamos de la silla de Maceo, se la llevó a Cort.

Ya ven. Del mayor de los olvidos, se convirtió en tema de actualidad, que cada vez fue a más, pues, posteriormente, la silla pasó de Cort –allí siempre comentaron que la silla no iría a Cuba hasta que este país se democratizara– al Museu de Sant Carles. Fue, si mal no recordamos, en tiempos en que Carme Feliu era responsable de Cultura del Ajuntament.

De olvidada a deseada

Como Sancho había hecho mucha publicidad de la silla a su regreso a Cuba –y suponemos que también la hizo el Nuevo Herald, en Miami, entre los cubanos huidos de Cuba–, este país empezó a reclamarla por la vía oficial y… Pues que la silla olvidada se convirtió en objeto valiosísimo, sobre todo para los cubanos, que por fin conocieron su paradero, y para los políticos de Cort, que pasaron de no saber siquiera quién era Maceo, a conocer el valor que su silla de campaña tenía para los cubanos, por lo que, con el paso del tiempo, pelearon por llevarla personalmente a La Habana y cederla temporalmente tras resolver no pocos problemas administrativos.

Porque, como recordaréis, se hizo una excursión de políticos palmesanos, con el batle a la cabeza, y simpatizantes mallorquines de Cuba… para ver cómo el presidente Sánchez, como no podía ser de otra manera, hacía la entrega de la silla de Maceo, que Ultima Hora encontró en el trastero del Museu de Mallorca, no diremos que tirada como una colilla, pero sí sola y sin que nadie de los que mandaban en Palma por entonces supieran qué era –si no, ¿qué hacía allí?–, ni tampoco le prestaran mucha atención, entre otras cosas porque desconocían que estaba allí, o si estaba allí porque desconocían su valor.

Realmente, la silla comenzó a conocerse, tanto por políticos como por la ciudadanía en general, a raíz de que fuera depositada en el Museu del Castell de Sant Carles, bastantes años después, donde pudo ser visitada, y por algunos cubanos, venerada.