Los hermanos Frau, Biel y Pedro, propietarios del bar Can Frau. | Pere Bergas

TW
3

En el barrio de Santa Catalina, entre la avalancha de negocios con sabor a Suecia, todavía quedan refugios para el costumbrismo mallorquín. Concretamente en el mercado. Son los puestos los que mantienen las esencias. Puestos que algún día desaparecerán, pues como ha dicho Rosa, pescadera ella, «la gente joven no va de trabajar catorce horas diarias». Apellidos como los de Frau, Contestí o Ferragut son los que evitan que el nombre de ‘Santa Catalina’ no se haya convertido ya en el de alguna pieza de sushi. Ellos son ‘los últimos de Santa Catalina’, los que resisten.

Can Frau debe de ser uno de los pocos bares del mundo en el que las mesas están detrás de la barra y no delante. Pedro Frau, que es el que controla la cafeína y lo que antiguamente se denominaban ‘bebidas espirituosas’, comenta que «desde que se terminó el confinamiento, el ambiente en el Mercat está enrarecido. Aunque los de siempre siguen viniendo». Su hermano Biel Frau, más parco en palabras, se expresa con frits, croquetes i variats, entre otras delicias. En Can Frau se suele oír de fondo una voz con acento portugués que dice «¿Quieres café o no?». Es Mario, cuñado de los hermanos Frau y camarero.

Pepín, un fijo en el Mercat de Santa Catalina

Una familia

También encontramos, como si fuera parte del paisaje, a Pepín, más conocido como es Soldat. Natural de Santa Catalina, Pepín es fácilmente identificable por sus tatuajes y su buen humor. «Es el mejor mercado del mundo. Vengo cada día. Somos una familia», argumenta es Soldat.

No muy lejos de allí, Biel y Rosa, pescaderos, dicen que el negocio les fue mejor durante el confinamiento que ahora. «Ara sa gent no ve tant», dice Biel Ferragut. Mientras le interrogo sobre los orígenes de la pescadería, Biel interrumpe la entrevista y dirigiéndose a unos turistas que pasan por allí dice: «¿Queréis atún, chicos? Atún rojo. Buenísimo». En vistas de que no entienden el idioma, Biel dice «¡Mallorca!», dando así a entender que Mallorca es sinónimo de calidad. Y no sé muy bien cómo, pero me he ido de allí con un kilo de gambas. «A este precio no las tengo ni en Navidad», me ha dicho Biel.

Biel Ferragut trabaja en la pescadería desde 1995.

Deambulando por el mercado me paro en una frutería en la que oigo a una señora que regaña a un joven. Al parecer, la señora ha oído que los jóvenes concentran la mayoría de los casos de coronavirus. «Aquest jovent no fa bonda», le dice la señora a Bernat, que trabaja en la frutería con sus padres. Mientras el joven insiste en que él no tiene coronavirus, Bernat me dice «i des coronavirus que t’he de dir, nina? Malament». Para Contestí, los principales problemas del Mercat son la economía, el turismo y la política actual. Además, explica que «Santa Catalina es un mercado municipal, no una sala de restaurantes. Hay que apoyar al pequeño comercio para evitar que desapareza».

Bernat Contestí, junto a sus padres, Catalina y Miquel.

En busca de más testimonios, encuentro a Virgilio Izquierdo, presidente del Mercat durante veinte años, hasta el pasado febrero. Además, Virgilio es el dueño de Carnicería Fausto Izquierdo. Experto conocedor de cómo funciona el Mercat, explica que «además de la pandemia, el principal problema que tenemos aquí es el párking y la gran competencia». Aunque orgulloso, también comenta los beneficios de comprar en el Mercat: «Productos variados, de calidad y frescos. Además de un trato familiar, de proximidad y atendidos por profesionales del sector»

Pues bien, mucho le debemos a los trabajadores del mercado. Así que si gustan de lo mallorquín, y en el caso de que encuentren párking, vayan a dar una vuelta por el Mercat de Santa Catalina. Aunque la afluencia de gente ahora es escasa, no tiene desperdicio.

Virgilio Izquierdo, presidente del Mercat durante 20 años hasta el pasado mes de febrero, y propietario del puesto Fausto Izquierdo.