Natasha Zupan, con las obras que ha pintado durante su confinamiento alejado. | Julián Aguirre

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Lo que parecía que iba a ser una semana de ensueño rodeada de naturaleza en una isla de Panamá con personajes muy famosos en la magnífica casa del coleccionista de arte Jean Pigozzi se convirtió en una toda una aventura para la pintora Natasha Zupan.

La artista, que reside en Valldemossa, despegó de Son Sant Joan el 4 de marzo y pensaba regresar a la Isla el día 15. Finalmente, lo hizo casi tres meses después, el 8 de junio. «Había tenido unos meses duros y pensé que era una buena ocasión para conocer este lugar. Cuando salí de Mallorca se hablaba del coronavirus, pero no parecía que fuera muy importante. Los primeros días fueron muy agradables porque la isla Simca es preciosa, naturaleza pura y salvaje», explica desde su estudio, situado también en Valldemossa. Natasha se mantenía en contacto con sus padres, que estaban en Georgia (Estados Unidos) y con sus amistades de España. «Cada día las noticias eran más inquietantes, sobre todo a partir de la manifestación del 8-M. Y cuando se decretó el estado de alarma, la preocupación creció mucho más».

Huida

El 14 de marzo, todo el personal de la casa de Jean Pigozzi, considerado el mayor coleccionista del mundo de arte africano, se marchó de la mansión sin avisar y allí se quedaron Natasha, el propietario de la mansión y otra de las invitadas, la actriz Tilly Scott Pedersen. «Como yo era la única que hablaba español, me tocó hacer todas las gestiones. Nuestra intención era regresar, pero fue imposible. Me cancelaron unos 20 vuelos y la situación se puso aún más complicada cuando se decretó en Panamá el estado de alarma unos días después y se cerraron las fronteras». Ante este panorama, lo principal era garantizar la seguridad, ya que el lugar era muy apetecible para posibles intrusos, y contrataron seguridad privada.

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«No podían llegar alimentos y nos apañamos con lo que había. Cocinaba cada día y aprendí mucho: descubrí las maravillas del coco, tanto para cocinarlo con arroz como para disfrutarlo en sorbete. He recopilado muchas recetas y me gustaría publicarlas un día».

Durante el ‘cautiverio’, Natasha tuvo la oportunidad de recorrer la isla por los espectaculares manglares. «Salíamos al atardecer para hacer fotografías y el ambiente era maravilloso. El problema es que luego me enteré de que ésta es una de las zonas donde los narcotraficantes aprovechan para pasar la droga de Colombia a Panamá. Y se acabaron esas excursiones». De hecho, Trump anunció en esos días una operación antidroga en varias zonas de Sudamérica y Centroamérica, y uno de los ‘puntos calientes’ era justo donde se encontraba Zupan.

A medida que pasaban los días, y al ver que la situación se complicaba, hubo un cambio de chip y entonces la prioridad no era salir, porque era imposible, sino amoldarse a la nueva situación. «Había traído muchos utensilios para pintar que le regalé a Jean. Pero ante la nueva situación, le pregunté si me los podía devolver porque sentía la necesidad de ponerme a pintar. Ya sé que no suena muy bien, pero fue la realidad».

Zupan, cuya obra se ha caracterizado por el uso del collage, utilizó las fotografías realizadas en ese entorno paradisíaco junto a pinturas y reportes de la revista Vanity Fair. En total, son 88 obras que hoy están diseminadas por el suelo de su estudio, pero que ya tienen dos propuestas para presentarlas en Palma.

Cuando se anunció que las fronteras se comenzaban a abrirse, Zupan comenzó a activar su plan de salida. Contactó con amigos, como el diplomático Jorge Dezcallar, y se convirtió en una voz muy conocida en la Embajada de Panamá. «Finalmente, pudimos salir en un avión rumbo a Miami –Zupan reside en España desde los dos años, pero tiene pasaporte estadounidense–. De ahí volé a Londres, donde me quedé una semana en casa de unos amigos en el campo y, finalmente, vía Dusseldorf, llegué a Mallorca el 8 de junio. «Aquí he estado dos semanas de cuarentena y es curioso porque en Panamá, con toda la naturaleza que hay, no me picó ni un bicho y aquí me han acribillado los mosquitos», bromea mientras su mirada se pierde a través del ventanal hacia el exterior. «Mañana mismo volvería allí», asegura.