La fiesta de 'clovelles' de Petra se ha convertido en una cita ineludible en el calendario de celebraciones veraniegas de la Isla. | Archivo

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«No tenemos la receta del éxito, ni siquiera entendemos cómo una cena que montaron un grupo de sineuers se ha terminado convirtiendo en una de las fiestas más multitudinarias de Mallorca», confiesa Aina Galmés, portavoz de la Muchal Foundation, entidad encargada de la mucada de Sineu, una fiesta de nuevo cuño que se celebra desde hace 13 años en esta localidad del Pla de Mallorca con un éxito abrumador.

El Embala’t de Sencelles, les Clovelles de Petra, la Revolta de Vilafranca, la Xifonfest de Campos, la carrera en ropa de interior de Bunyola o la garrovada de Costitx son neofiestas nacidas en la Isla, con pocos años de vida, y con un ADN similar: fiestas organizadas al margen de las instituciones que no tienen miedo a coger elementos de las celebraciones más tradicionales de la Isla y subvertirlos para lograr un tono carnavalesco, con cierto toque contestatario, humor y, por supuesto, diversión.

En definitiva, son neotradiciones que dibujan un mapa festivo mallorquín repleto de celebraciones populares, sin años de historia y autogestionadas por los más jóvenes. Con más de una veintena de fiestas de este tipo en la Isla, y sumando nuevas cada año, este auge de las neofiestas se ha convertido en un fenómeno típicamente mallorquín digno de estudio.

La más popular: la 'mucada' de Sineu con dudas sobre su futuro.

Identidad propia

Todas y cada una de estas tradiciones ‘de última generación’ han nacido gracias a la voluntad de los más jóvenes de cada pueblo, que buscaban una celebración «más suya». Es el caso del Embala’t de Sencelles, cuyos organizadores sentían que había «un vacío a nivel de fiesta, y necesitaban encontrar una celebración al margen de las típicas revetlas de toda la vida que hiciera sentir a los jóvenes más parte del pueblo», explica Pere Marc, uno de los organizadores de esta conocida neofiesta. Así surgió la idea de organizar una batalla campal de paja, recorriendo antes gran parte del pueblo empujando las balas de paja y tras una comida multitudinaria.

El año 2018 se contabilizaron más de 1.000 participantes, y los organizadores intentan que la situación no se desmadre: «Era y es una fiesta para los sencellers. Por eso, si no tienes una cuadrilla, la vinculación es mínima, porque la paja solo la traemos al final», advierte Marc, al tiempo que recuerda que llevan un par de años organizando una prefiesta el día anterior, cantando canciones montados sobre un burro y pregonando la fiesta del embalat. «Todavía no hemos conseguido que sea una cita importante, pero seguimos buscando cómo llamar la atención», finaliza Pere Marc.

Solo para locales. La fiesta del 'Embala’t' de Sencelles pretende seguir siendo para los vecinos del pueblo.

Fiestas similares a este embalat, en el que la esencia rural del pueblo es un ingrediente importante de la nueva tradición, encontramos también en las clovelles de Petra, donde las cáscaras de almendra son el leit motiv de la fiesta, o la garrovada de Costitx, en la que los jóvenes del pueblo lanzan algarrobas por toda la localidad. Hace unos años, por cierto, se redujeron los kilos de ‘metralla’, pasando de dos toneladas y media a solo 500 kilos, para no ensuciar el pueblo más de lo debido.

Pero hay fiestas para todos los gustos, entre el humor corrosivo, el tono político, la reivindicación histórica y la pura diversión se mueven el carnaval d’estiu de Campanet, la carrera en ropa interior de Bunyola, la Missa de la Faraona de Pina, la batalla de agua entre Canamunt y Canavall, el veterano Coso de Felanitx, la Revolta de Vilafranca o el Cap de Bou de Talapi de sa Pobla , entre otras muchas celebraciones.

A remojo. La batalla de agua de Canamunt i Canavall recibió el año 2018 a 8.000 personas.

Masificación

Las neotradiciones pueden aparecer y desaparecer si no terminan de calar entre los vecinos y, al contrario, también pueden llegar a morir de éxito. Es el caso del Much de Sineu. «Lo último que buscábamos era un macrobotellón, y si la gente sigue viniendo en masa a celebrar la mucada, vamos a tener que replantearnos una nueva edición», confiesa Aina Galmés, portavoz de la Muchal Foundation.

«La gente tiene que entender que esta fiesta nació para los vecinos, porque queríamos una celebración diferente, además de la típica revetla del día de la Mare de Déu d’Agost. Ahora los mayores levantan la voz quejándose, con razón, de que esto se ha salido de madre y ha logrado que el día 15, cuando que tradicionalmente todo el mundo salía a tomar el vermut con la familia no pueda hacerlo porque todos los bares tienen las persianas echadas», lamenta la portavoz del Much, al tiempo que critica que la fiesta nunca ha tenido afán recaudatorio, ya que lo que se recauda con la venta de las camisetas oficiales sirve para sufragar gastos y el resto se dona a diferentes ONGs de la Isla. «Ahora nos encontramos con que varias tiendas de la Isla venden packs para venir al Much y hasta hemos detectado la venta de camisetas no oficiales en internet. Si no es una tradición para lucrarse, muchos menos queremos que lo hagan otros a nuestra costa. Hay que repensar esta fiesta», sentencia Aina Galmés.