Los comerciantes aseguran que los cruceristas han salvado la temporada en algunas zonas de Palma. | T. Ayua / M.A. Cañellas

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Laura se fue al paro de la noche a la mañana cuando la empresa de marketing en la que había trabajado cerca de doce años se vio obligada a recortar personal. Con 40 años y sin trabajo en un sector en horas bajas, tenía ganas de probar cosas nuevas, así que decidió hacer eso que está tan de moda cuando uno se queda sin empleo: reinventarse.

Madre de un niño de tres años y apasionada de la moda, en especial de la infantil, decidió capitalizar toda la prestación de desempleo y montar su propia tienda de ropa para niños en pleno centro de Palma, sabiendo que el arrendamiento era muy superior al de otras zonas del Ensanche, pero pensando que el movimiento de gente daría vida a su negocio. Pero esta no es una historia con final feliz.

Poco más de un año después de levantar la persiana de su establecimiento le tocó bajarla por última vez porque las cuentas no le cuadraban: «El alquiler era altísimo y las ventas parecían una montaña rusa. A esto súmale que me resultaba imposible bajar los precios para competir con las típicas franquicias que todos conocemos. Yo ofrecía calidad, ellos ropa a precio de ganga», señala con pesar. Ahora, tras haber acabado con toda su prestación de desempleo y terminar de pagar los últimos meses de arrendamiento a plazos, le queda una deuda con varios proveedores y sueños rotos como resultado de su aventura de emprender.

Las federaciones de comerciantes estudian crear un Amazon ‘made in Mallorca’.

El caso de Laura no es único, ni mucho menos. Según las cifras que maneja la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (Uatae), Baleares perdió 649 comercios entre el 2016 y el 2019. En este sentido, Toni Fuster, presidente de la patronal del Pequeño y Mediano Comercio de Mallorca (Pimeco), apunta que muchos de los negocios que han cerrado los últimos años en las Islas se debe a la falta de relevo generacional. «Los propietarios se jubilan y sus hijos o han estudiado otra cosa o no quieren un trabajo tan sacrificado». A nivel estatal los resultados son aún peores: 22 comercios de media al día de ponían el cartel de ‘cerrado indefinidamente’ en todo el país en el mismo periodo de tiempo. Como recalca Toni Gayá, presidente de la Federación de Empresarios de Comercio de Baleares (Afedeco), «un negocio cerrado más debilita nuestro tejido comercial y, además, trae aparejado que el autónomo acumule deudas que le acompañarán durante años. Es una tragedia».

Competidores

La lucha del pequeño comercio, el de toda la vida, o de proximidad, como nos gusta llamarlo ahora, es una batalla similar a la de David contra Goliat. Las grandes superficies, esa moda comercial que llegó a Europa hace varias décadas directamente de Estados Unidos, se convirtieron en el rival de los comercios de barrio: mismas armas, en un mismo espacio y con facilidad de aparcar. Una victoria de manual. Si a esto le sumamos el auge de las franquicias de ropa, que en los 80 y principios de los 90 ni sabíamos de su existencia, podemos entender los primeros síntomas de decadencia de los comercios de toda la vida.

En los últimos años, además, se ha sumado otro participante a la competición: las compras online. Ahora podemos adquirir ropa, libros, comida... cualquier cosa que se nos pase por la cabeza sin salir de casa y a golpe de clic. En muchas casas, Amazon, por poner un ejemplo, se ha convertido en uno más en la familia. Baleares es una de las comunidades del país a la cabeza en compras por internet. ¿Qué le queda al comercio de toda la vida para poder subsistir? La clave para Toni Fuster, presidente de Pimeco, pasa por «fidelizar al cliente habitual convirtiendo el ritual de hacer compras en una experiencia, ofreciendo calidad, especialización en el servicio y un trato personalizado, al contrario de lo que sucede en las grandes superficies», enumera.

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Proyectos en estudio

La patronal del comercio estudia desde hace un tiempo ideas para rivalizar con sus competidores directos. La venta por internet es un respiro para muchos, pero exige una modernización constante, posicionamiento y ofertas continuas: «Un ritmo que una tienda pequeña difícilmente puede llevar a cabo», aseguran desde el sector.

Por eso, desde hace unos años se plantea la creación de un ‘Amazon a la mallorquina’ con varios establecimientos interesados en unirse. «El componente jurídico es salvable, el verdadero escollo es la inversión financiera, de recursos humanos y promoción para afrontar una tienda virtual así», lamenta el presidente de Pimeco, que no duda en asegurar que es «un proyecto aparcado por el momento, pero no muerto».

Otra forma de enfrentarse cara a cara con sus rivales pasa por convertir Palma en un gran centro comercial a cielo abierto. «Pero para lograrlo necesitamos la complicidad de las instituciones. Necesitamos parkings disuasorios a las afueras con precios razonables y buses lanzadera que lleven a los clientes a los zonas comerciales», explica el líder de Afedeco, Toni Gayá, al tiempo que lanza un aviso al sector del comercio de las Islas: «Si no hacemos fuerza y trabajamos en la misma dirección, vamos camino de la desaparición. Nuestros hijos ya no comprarán en una tienda física», finaliza Gayá.