El abandono de PPP, perros potencialmente peligrosos, es una constante. | P. Bota / J. Morey

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Son las 17 de la tarde y Kodi y Garfield están adormilados, pero mejor así, porque tienen que coger un avión. Recorrerán unos 2.000 kilómetros desde Palma hasta Hamburgo. Ya tienen listo su pasaporte. No son turistas cualquiera, son dos gatos a los que les espera una familia alemana para darles el hogar que no han conocido hasta ahora. Amanda Pastor, voluntaria de la asociación Gatos de Capdepera, ha sido la encargada de traerlos a Son Sant Joan para entregarlos a sus ‘padrinos’ de vuelo, en esta ocasión se trata de Sandra Scheer, su marido y su hijo, una familia amante de los animales que ya ha ejercido varias veces esta labor de forma altruista. No hay mucha información que darles, conocen el protocolo a seguir, las vacunas de nuestros protagonistas al día, y en su destino estará esperando su nueva ‘mami’ con los brazos abiertos.

Hasta el pasado año había registradas 13 millones de mascotas en nuestro país, un 40 % más que en los últimos cinco años. Y, atentos al dato, según la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (REIAC) hay más mascotas en el país que niños menores de 15 años. Lo malo de todo esto es que no parece que sepamos quererlos ni cuidarlos como se debe. Nuestra Comunitat, por ejemplo, tiene una de las tasas de abandono animal más altas del país; 10 mascotas son dejadas a su suerte cada día de media (más de 3.600 al año). Un dato esperanzador: los abandonos no han dejado de descender en los últimos años, pero hace falta grabar a fuego a los mallorquines esa idea de que los animales no son un juguete.

Los ‘padrinos’ de vuelo son voluntarios que se encargan de acompañar a las mascotas que viajan hasta su nuevo destino.

Alemania, un alivio

Gatos de Capdepera, como muchas otras asociaciones de Mallorca, ha hallado la solución al colapso que viven en sus instalaciones buscando un nuevo hogar para sus pupilos lejos de la Isla. Marlies Beuse, una ciudadana alemana que vive a caballo entre Mallorca y Alemania, preside esta entidad y asegura que en 15 años han enviado a su país unas 2.000 mascotas: «El problema de Mallorca es que no hay una cultura de la esterilización, y luego pasa lo que pasa. Cada día nos dejan gatos recién nacidos en el refugio, a veces los tiran por la verja... Nosotros hacemos lo que podemos, pero el espacio es el que es, los voluntarios vienen cuando rascan horas a su tiempo libre y, a veces, no hay suficientes casas de acogida», explica la responsable de esta entidad animalista, al tiempo que recuerda que el caso de Kodi, que ya se adapta perfectamente a su nuevo hogar alemán, es casi un milagro: «Lo encontramos desnutrido, pesaba tan solo 320 gramos, con diarrea... su ‘mamá de acogida’ lo alimentaba cada 2 horas, como si fuese un bebé. Se pasó días sin dormir. Verlo ahora así de feliz es nuestro premio», asegura Beuse, que sigue un férreo protocolo antes de trasladar a sus animales: «Ponemos anuncios en redes sociales y, cuando alguien muestra interés, hacemos una visita para conocer a la familia, ver su vivienda... no nos falta adoptantes porque las perreras en Alemania son muy buenas y cuando alguien quiere adoptar allí tiene que cumplir unos requisitos muy estrictos», señala la presidenta de Gatos de Capdepera.

Kodi llegó al refugio de Gatos de Capdepera con 320 gramos y muy débil, es todo un superviviente. Esta semana ha viajado a Hamburgo junto a Garfield, otro gato del refugio, tras ser adoptados por una familia alemana, la de Renate Hörmann.

Un nuevo hogar

Otra mascota que ha encontrado un nuevo hogar en Alemania ha sido Rolf, un raterillo mestizo color canela, sin historia conocida hasta que ingresó en Son Reus junto a su hermana: «Algún cachorro no deseado o abandonado por ser un perro tipo pinche, con un carácter muy nervioso. Siempre la misma historia», lamenta Lynda Commons, presidenta de Peluditos de Son Reus, que recuerda que ella no es partidaria de enviar animales al extranjero, solo cuando hay gente muy interesada o son perros sin salida, o lo que es lo mismo, muy mayores o PPP.

Este raterillo vagabundo que llegó a Son Reus junto a su hermana vive una nueva vida, y mejor, en Alemania gracias a dos hermanas que este verano han dedicado parte de sus vacaciones a disfrutar de la Isla y a pasear perros en la perrera. Se enamoraron de tal manera de Rolf que lo han terminado adoptando.

Para Rolf todo cambió cuando Angela y Pia, dos hermanas alemanas de turismo en la Isla, decidieron prescindir de ratos de sol y playa y acudieron a Son Reus para ejercer unas horas de voluntarias con los canes. Se enamoraron de Rolf y siguieron viniendo tres días más hasta que decidieron darle un hogar. Pero había dos personas interesadas, por lo que tuvieron que regresar a casa sin el perro. Cuando vieron que las dos reservas no habían acudido para adoptarlo se pusieron en contacto con Peluditos de Son Reus para que se hicieran cargo de él durante los 30 días obligatorios por ley antes de poder viajar. El pasado 19 de septiembre hicieron un viaje relámpago a Palma de cuatro horas, arreglaron los papeles del animal y volvieron a casa con Rolf, no sin antes dejar una bolsa con objetos para perros y un donativo para la asociación. El que la sigue la consigue.

Un viaje de 48 horas

Lo de Phil y Clara con Bob fue amor a primera vista. Este matrimonio irlandés pasaba dos semanas de vacaciones en Cala Bona y no dejaban de encontrarse con este gato por todas partes. De acariciarlo pasaron a traerle comida y de ahí a interesarse por si tenía dueño. Cuando descubrieron que era un gato callejero no tenían tiempo suficiente para pasar la cuarentena obligatoria para llevárselo, además del problema de que ninguna aerolínea permite transportar mascotas a Irlanda. Se pusieron en contacto con Gatos de Capdepera para que se hicieran cargo del felino hasta que hallaran una solución. Un mes después, Phil voló de nuevo a Mallorca, alquiló un coche para recoger a Bob y se embarcó ese mismo día en un ferry a Barcelona. Un día después tocó el turno de separarse: Phil volaría en un vuelo comercial y a Bob lo trasladaron en un avión de paquetería unas horas después. En Dublín le esperaba su nueva familia, tras 48 horas de viaje, varias modalidades de transporte y algo más de mil euros gastados en este gato, que ahora disfruta de una nueva vida gracias a la tenacidad de esta pareja.

La vida de Bob, un gato vagabundo de Cala Bona, cambió en 2017 cuando se encontró con un matrimonio irlandés de vacaciones en la Isla. La sintonía entre los tres fue tal que la pareja movió cielo y tierra para poder llevárselo a Irlanda.