Camila Pérez, ingeniera informática. | M. À. Cañellas

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Resulta curioso que Grace Murray Hopper creara el primer lenguaje complejo de ordenador o que Margaret Hamilton fuera la persona que codificó el software que hizo posible que el hombre llegara a la Luna, pero hoy en día solo uno de cada 10 programadores es una mujer. Camila Pérez (Argentina, 1989) es una de esas miles de féminas en todo el mundo que escriben código y se desenvuelven a diario en un sector dominado por hombres. Su interés por la informática y los videojuegos, pero sobre todo la curiosidad que le acompaña desde bien pequeña, hicieron que se decantara por estudiar Ingeniería informática en la UIB. Lleva tres años trabajando en TravelgateX, una empresa mallorquina que conecta a la mayor red de proveedores turísticos del mundo, y ha impartido talleres en institutos de Secundaria y Bachillerato de la Isla con el objetivo de fomentar el estudio entre los más jóvenes, pero sobre todo entre las alumnas.

Es una realidad que en el mundo de la programación, las mujeres estamos en minoría. Si en mi promoción tenía unos 50 compañeros, solo dos éramos chicas. Y en el trabajo tres cuarto de lo mismo, pero empezamos a ser más, tímidamente, eso sí.

Me encanta organizar charlas y talleres en los institutos de Mallorca. Lo primero que les digo es que no hay carreras para chicos y otras para chicas, las ingenierías no entienden de sexo. Lo segundo, todo lo que hacemos sirve para que nuestro día a día sea más fácil. Siempre se sorprenden.

Es curioso que haya clichés tan manidos sobre nuestro trabajo. Cuando le digo a alguien que soy programadora me pregunta siempre lo mismo, ‘si me paso el día en un sótano sin ventanas delante de la pantalla del ordenador’. Ni mucho menos. Trabajo en una oficina bañada de luz, y con mucha gente a mi alrededor. Y me encanta lo que hago.

Todo aspecto de la vida diaria tiene una parte tecnológica. Y por eso hay tanto trabajo en ese campo. Póngase a pensar: la app del banco que tenemos instalada en el teléfono para pagar una compra de la forma más rápida, la web de cita previa del IB-Salut o el Google Home, tan de moda ahora, que tenemos en casa, todo eso funciona gracias a un programador. Nuestra labor pasa por dar órdenes a un ordenador utilizando un lenguaje específico de programación para que las aplicaciones hagan lo que se comanda. Así de simple, así de difícil.

Cuando un chaval me dice que mi trabajo solo puede ser aburrido, toca responderle que es un campo muy extenso, en el que puedes tocar muchas teclas. Por ejemplo, mi trabajo de fin de carrera no tiene nada que ver con mi empleo: creé una aplicación dirigida a mejorar el día a día de niños con discapacidad auditiva. Si te interesa una parte más social, puedes apostar por ese campo.