El modisto e interiorista Pablo Erroz, en la cafetería Bonaire de Palma. | Jaume Morey

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Pablo Erroz (Palma, 1989) ha estrenado la treintena con una evolución profesional, ya que a su faceta de diseñador de moda se le suma la de interiorista.

¿Cómo le ha sentado entrar en los 30?
—Al principio me dio un poco de impresión; luego, miré para atrás y vi que no me podía quejar. Más tarde. Pensé en gente que se ha ido antes de tiempo, te das cuenta de lo afortunado que eres haciendo lo que te gusta y lo importante que es cumplir años.

Su pasión por la moda le viene de familia.
—Sí, porque mi tía Lourdes tiene el Teatre Sans y se encarga del vestuario. y mi madre es escaparatista.

Para darse a conocer se fue a Barcelona. ¿Era imprescindible?
—Sí, pero casualmente la primera colección importante la presenté en Cibeles. Al principio tienes que estar en Madrid o en Barcelona. Luego, ya consolidado, no importa mucho. Yo ahora vivo entre Palma y Barcelona, y cada vez más aquí.

¿Está por encima Barcelona de Madrid o viceversa?
—Están a la par. A mí me gusta mucho la 080 de Barcelona, pero las pasarelas no dejan de ser un escaparate. A partir de ahí, debes mostrarte en las ventanas de las redes sociales.

¿Ha recibido ayuda pública?
—No, nunca. Es algo que al principio me fastidió, pero ahora me siento contento por tener esa sensación de no deberle nada a nadie. Pedí ayudas en dos ocasiones. En ambas me pusieron excusas y ya no solicité la tercera.

¿Cómo se produjo entrar en el interiorismo?
—Como todo lo que me ha pasado, ha sido algo natural y casual. Siempre me había gustado el interiorismo y todas las disciplinas artísticas están conectadas.

Y su primer trabajo se publica en AD.
—Ha sido una gran suerte porque esta publicación es como el Vogue de la arquitectura y del diseño de interiores. Les mandamos el proyecto, les gustó y lo publicaron.

¿Qué defiende a la hora de convertirse en interiorista?
—El nuevo lujo, que consiste no en algo ostentoso, sino que tiene que ver con algo relajado, acogedor, cálido y de gran calidad; muy parecido a lo que transmiten mis colecciones. No me interesan las casas ni las colecciones espectaculares frías e incluso incómodas para vivir o vestir. Lo bueno es tener un punto intermedio.

¿Tiene menos libertad a la hora de crear como interiorista que como diseñador?
—Por suerte, en este proyecto de la vivienda del barrio de Santa Catalina he tenido bastante libertad de creación. Lo que ha cortado un poco, al igual que pasa en una colección, es el presupuesto. De todas formas, son muy testarudo y si creo que tengo que usar un material, lo hago y recorto de otro lugar.

A la hora de amueblar la casa, ¿en qué cree que se debe gastar un poco más de dinero ?
—Todo depende. Hay marcas que hacen réplicas de diseños muy conocidos. Es como el vestir. Tú te puedes comprar básicos de Zara, pero no te compres una copia de Chanel de Zara. Cómprate un bolso de Chanel, que te durará toda la vida en vez de muchos baratos. Debe haber un equilibrio, pero sí invertir en lo que tú consideres más relevante y así tu casa tendrá personalidad. Hay que gastarse dinero en algo que te haga sentir bien, especial.

¿Una casa es el reflejo de su dueño?
—Debería ser una extensión de uno mismo, un lugar donde uno sea más feliz y un sitio que te represente.