El diseñador Francis Montesinos posa para Ultima Hora en Palma. | Pere Bergas

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Francis Montesinos (Valencia, 1950) recuerda que, siendo solo un niño, con un pintalabios pintó una colcha blanca de su madre. Ella exclamó: «Este xiquet va a ser artista» y acertó con su premonición. Este año cumple un lustro como profesional en el mundo de la moda y, con motivo de Mallorca Fashion Week, Montesinos ha traído su nueva colección Valencia, seda y fuego, a Mallorca.

Tras 50 años de carrera, ¿sigue sintiendo la misma pasión?
— Afortunadamente, sí. La moda y la creatividad son algo tan vivo que apasionan y enamoran.

Cuando empezó, ¿la moda era un fin o su medio de expresión?
— Las dos cosas van juntas. Me gusta el arte y la moda es una disciplina más. El tejido me gusta mucho. Desde muy pequeño me interesé por su composición. Toco una tela y sé lo que hay que hacer, la tela me lo dice.

¿Qué importancia tiene el Mediterráneo en su creación?
— Las Islas fueron un poco mis comienzos. Mi hermano montó el primer colegio no estatal en Ibiza y recuerdo ir de vacaciones con mis padres con 13 años. Así descubrí Ibiza, el mundo hippy, el color y la creatividad.

Tras tantos años, ¿existen variaciones en su proceso creativo?
— Existen variaciones también, afortunadamente. Creo que hay ciclos en la moda que te hacen cambiar y algo muy importante: la relación con los movimientos culturales. Te obligan a evolucionar y hacer cosas nuevas.

¿Qué papel jugó la moda en la Transición española?
— Un papel muy importante. Yo creo que tuve la suerte de pertenecer al cambio político y cultural de los años 80. El mejor desfile de mi vida fue en la plaza de toros de Las Ventas donde, por primera vez en España, la moda se enfrentaba con un público de 15.000 personas. Siempre se ha dicho que hubo un antes y un después a partir de este desfile.

Una nueva tendencia en Internet es la de ‘¿Cuánto vale tu outfit?’. ¿Cree que es una concepción errónea de la moda?
— Totalmente errónea. De hecho, siempre dije que me gustaba la gente que venía a la tienda en las rebajas. Era gente diferente que, a lo mejor, no podía venir y aprovechaba la ocasión.

¿Qué opina de la deslocalización empresarial?
— Me parece fatal, saben curar muy bien estas heridas, pero realmente es una manera de joder al país. Hay que intentar fabricar aquí, ayudar y facilitarle la vida a la gente.

Viendo que las marcas ‘low cost’ copian a las grandes firmas, ¿sigue siendo la moda original?
— Estoy cansado de ver cómo me fusilan muchas cosas, aunque esté feo que yo lo diga. Copiar es cómodo, asequible y rentable. Los derechos de autor no tienen una legislación adecuada a la moda.

¿Qué opina de los famosos e ‘influencers’ que crean una marca sin nociones de diseño?
— A todo el mundo le gusta tener un perfume, pero estas cosas realmente sirven de muy poco. Se mantienen uno o dos años.

¿Con qué década se queda?
— Con la que todavía no ha llegado. Pero, sobre todo, me quedo con la maravillosa canción de Maria del Mar Bonet: «A València hi ha un carrer que té geranis i ombres, humitats i tenebror, saliva i enteniment. Si voleu saber quin és, el carrer de Cavallers», que es donde yo nací.