Los artesanos conviven con los vendedores ilegales en la Plaça Major de Palma. | Pere Bergas

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La Plaça Major y s’Hort del Rei acogen la sexta edición de la Setmana Cultural Artesana, que empezó el 30 de septiembre y finalizará este domingo. Alrededor de cuarenta artesanos ofrecen sus productos en tenderetes en horario ininterrumpido desde las 10 de la mañana hasta las 17 horas, y algunos de ellos presentan talleres en los que muestran a los visitantes de qué modo realizan su oficio.

«Desde el Ajuntament queremos proteger y potenciar la artesanía de calidad», manifestó el Regidor de Promoció Econòmica i Ocupació, Rodrigo Romero. Sus declaraciones contrastan con los testimonios de muchos de los artesanos de Palma, que afirman que este año ha bajado la venta de productos, y achacan el descenso a la menor presencia de turistas y, sobre todo, a la venta irregular que se da en las inmediaciones del mercado o, como es el caso de la Plaça Major, en el mismo espacio que ellos ocupan.

«Este año el mercado ha bajado un poco, tenemos un problema grave con los vendedores irregulares. Venden sus productos muy baratos porque no tienen gastos, y nosotros debemos seguir un proceso que requiere una buena inversión», declaró Maria Oliver, ceramista desde hace 30 años. Para poder ejercer su oficio, los artesanos necesitan una Carta de artesano balear –que deben tener siempre a la vista–, Seguridad Social, un seguro de responsabilidad civil y pagar las tasas del ayuntamiento.

Aquellos que ofrecen un producto innovador parecen tener menos problemas, como es el caso de Merche del Estal, una ceramista que reivindica la flor de almendro como símbolo de la Isla: «A mí me ha ido un poco mejor que el año pasado, pero la mayoría de mis compañeros achacan el bajón al mercado paralelo que tenemos en el Parc de la Mar, que además es el primer sitio por el que pasan los turistas, por lo que muchos hacen sus compras allí», expresó Merche, a lo que su compañera de mercado, Martina, que tiene su puesto junto al de la ceramista, matiza su declaración: «Lo malo no es que estén allí, todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida. El problema es que no estén sometidos a ningún tipo de regulación. Allí hay algunos que sí se podrían considerar artesanos, como los pintores y caricaricaturistas. La Administración no hace nada, y a veces se dan ciertas situaciones, como las persecuciones policiales, que dan una imagen muy mala de la ciudad».