Rafael Binimelis e Igor, junto a la cabra abatida, un ejemplar de categoría bronce. | Pere Bota

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Mallorca atrae cada año a millones de personas por sus playas, clima, actividades al aire libre, cultura y gastronomía. Además, hay un sector, minoritario pero en alza: los cazadores de cabra autóctona mallorquina, una especie muy apreciada en el mundo cinegético, ya que sólo en Grecia existe un animal de morfología parecida.

La gran densidad de cabras en la Serra de Tramuntana (cabras domésticas asilvestradas los últimos 50 años aproximadamente) no es sólo un problema forestal, sino también la principal amenaza para la conservación de la cabra salvaje mallorquina, variedad caprina ancestral, propia y exclusiva de Mallorca. Por ello, el inicio de la ordenación de la caza mayor en Mallorca se basó en el descaste para bajar su densidad.

Los cotos con Certificado de Calidad de Caza Mayor son censados dos veces cada año por el Consell de Mallorca y se programa la caza de manera ética a partir de poblaciones equilibradas. Así, cazando de manera sostenible cada año, se evita llegar a situaciones de superpoblación que obligan a un control masivo de los ejemplares sin aprovecharlos. Además, en estas fincas es donde se conserva sin mestizaje la cabra salvaje mallorquina.

El trofeo del chivo balear sólo se puede cazar en las fincas que tienen el Certificado de Calidad de Caza Mayor otorgado por el Consell Insular de Mallorca. De este modo, se consigue que se certifique el origen legal del animal y al mismo tiempo, una óptima calidad y gestión sostenible del coto.

Los orgánicos negocian con las fincas autorizadas para la caza mayor con certificado de calidad, así como la captación de clientes de diferentes nacionalidades. En este caso el área de actuación es la finca Muntanya, situada a la altura del kilómetro 15,800 de la carretera Palma-Sóller. «Se paga una cantidad fija al año y, además de cuidar los terrenos de la finca y procurar que los animales tengan agua, seleccionamos las piezas que se cazarán», señala el guía y experto cazador Rafael Binimelis.

La empresa Lynx Tours, con sede en Castellón, funciona como un touroperador y es la que se encarga de conseguir a los turistas para que vengan a Mallorca a cazar. «Nuestra filosofía es que las personas que vienen a pasar sus vacaciones a Mallorca dediquen uno o dos días a la caza», señala Binimelis, aunque también es habitual que vengan cazadores ex profeso para practicar esta actividad y regresen después. Éste es el caso por ejemplo de Igor, un ciudadano ruso que vive en Samara, a 1.000 kilómetros al sureste de Moscú, y que desde hace 6 años pasa las vacaciones de verano en Alicante junto a su mujer y su hijo.

Igor, que se dedica al negocio de distribuidor de camiones, pone rumbo a la montaña junto a Rafa y Anton, de Lynx Tours. Este último se encarga además de grabar en vídeo y fotografiar cualquier detalle de la expedición. Antes, Rafa ya ha inspeccionado la zona y elegido el animal a abatir. Existen cuatro clases de piezas. Representativos, Bronce, Plata y Oro. «La diferencia entre ellas estriba en la magnitud de la cornamenta del animal», señala Binimelis. El escogido por el cazador ruso es de categoría Bronce.

El trío se adentra por los caminos de la finca. Igor va armado con un rifle Sauer provisto de una mira telescópica Zeiss y munición de 7mm. Su alcance es de más de un kilómetro y la propiedad es de Binimelis, quien lo alquila con su correspondiente contrato. «Esto es lo habitual, aunque también hay cazadores que vienen con sus propias armas».

En el terreno se puede ver cómo la piedra domina sobre la vegetación. «Este es uno de los grandes problemas: la deforestación que producen estos animales. Si no se controla su población supone un grave perjuicio medioambiental», señala Rafa. Tanto él como Anton explican que se puede tener una visión reduccionista del asunto en referencia a que haya personas que piensen que no se deberían matar a estos animales. «Hay que matar a algunos ejemplares para proteger el mantenimiento de la especie y la mejora del medio ambiente», señalan. Y Anton aprovecha la ocasión para criticar a los ecologistas. «Ellos dicen que aman y defienden a los animales, pero no he visto a ninguno trayendo agua hasta lo alto de la montaña para que las cabras no mueran de sed».

El trío avista a la cabra seleccionada a una distancia de 600 metros y se acercan a ella hasta una distancia de unos 180 metros. Igor cuenta con una gran experiencia y ha cazado por todo el mundo. Para él, un disparo a menos de 200 metros es pan comido. Y así es. No falla. El animal cae muerto al instante. No hace falta un segundo impacto. «Es la primera vez que vengo a Mallorca. Mi mujer y mi hijo han preferido quedarse en el hotel La Reserva Rotana, aunque mi esposa se ha criado en una zona de Rusia donde la caza es muy popular y mi hijo se ha cobrado ya importantes piezas», explica mientras muestra orgulloso en su móvil la imagen de su vástago con un lobo abatido.

Rafa se encarga de quitarle la piel del pecho junto a la cabeza para su pretaxidermia. Después se enviará el trofeo por correo ordinario al domicilio del cazador. «El resto del animal se deja en puntos concretos de la finca y la carne es comida por aves rapaces, carroñeras y diversos mamíferos, lo que hace que se mantenga también el ecosistema adecuado de estos animales», concluye Binimelis mientras guarda su arma en la funda.