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Los tiempos cambian, pero algunas costumbres se mantienen intactas. Una de las imágenes más características del verano mallorquín en los últimos años es la de las familias y grupos de amigos que escapan del calor de sus hogares y trasladan la cocina hasta la arena de la playa, donde aprovechan la brisa marina para cenar amplios, frescos y en buena compañía.

«Nosotros somos de aquí, del barrio, del Coll d’en Rabassa», comenta Antonio Gibello en la playa del Molinar mientras picotea una copiosa cena acompañado por su familia. «Venimos más o menos cada dos semanas. Nos gusta estar a la fresca, tranquilos y amplios, mientras los niños corren y juegan. Cuando llegamos a casa, están rendidos», afirma con cierta satisfacción. «De cenar en la playa lo que más nos gusta es estar fresquitos. ¡Los bocadillos parece que saben mucho mejor!», exclama Eloy Paredes.

Otras personas aprovechan la amplitud de la playa para las celebraciones, como es el caso de Giselle, que cumplió 12 años el pasado domingo, y ya lleva tres cumpleaños celebrados en la playa y en familia. «Para mí, como abuela, la mejor imagen que puedo tener es la de mis nietos corriendo y jugando, pasándoselo bien en la playa», declaró orgullosa la abuela de Giselle mientras los más pequeños llegaban veloces y ordenados para tomarse una fotografía y reclamar los codiciados perritos calientes, que ya son costumbre en sus cenas playeras.

Cena en la playa

Típica del verano

«Nosotros somos de Palma. Siempre optamos por una cena típica del verano: tortilla de patatas, trampó, empanada, guacamole... Y todo elaborado por la abuela Susa, que nos engaña porque nos dice que traigamos algo para picar y luego ella ha preparado cena para ocho», explica Ana, provocando risas entre su familia. La pequeña Farah, de tres años y con una energía inagotable, parece estar pásandolo en grande mientras juega en la arena: «Me gusta cenar y jugar en la playa, y luego a dormir».

Palma, Discreto, Cena playa