La dieta mediterránea es conocida por sus múltiples beneficios para la salud, donde una alimentación variada, con frutas y verduras como protagonistas, es la clave del éxito

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La dieta mediterránea traspasa fronteras, sus beneficios y hábitos alimenticios no pasan desapercibidos ante otros países. Sin ir más lejos, a principios de este año España arrebató a Italia el liderazgo convirtiéndose así en el país más sano del mundo según la edición de 2019 del Bloomberg Healthiest Country Index, que clasifica 169 economías según los factores que contribuyen a la salud en general. Con este cambio, escala de la sexta posición, lograda en 2017, al primer puesto, con una puntuación global de 92,8 sobre 100; le siguen Italia, Islandia, Japón, Suiza, Suecia, Australia, Singapur, Noruega e Israel.

Este estudio clasifica a las naciones según las variables que incluyen la esperanza de vida y penaliza riesgos como el consumo de tabaco, teniendo siempre en cuenta factores ambientales como el acceso al agua potable y saneamiento. En este sentido y en la Unión Europea, España se presenta con la mayor esperanza de vida al nacer; de hecho, según señala el Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas de Salud 2018, en España se observa una disminución en la última década en enfermedades cardiovasculares y muertes por cáncer. Y es aquí donde los investigadores dan mucha importancia a los hábitos alimenticios, considerando que pueden dar pistas sobre el nivel de salud que disfrutan países como el nuestro, donde «la dieta mediterránea, complementada con aceite de oliva virgen extra o nueces, tuvo una tasa más baja de eventos cardiovasculares mayores que aquellas asignadas a una dieta baja en grasas», según un estudio de la Universidad de la Escuela de Medicina de Navarra, del que se hizo eco Bloomberg en su listado de principios de año.

Las claves

Una de las peculiaridades de la dieta mediterránea es el tipo de grasa que encontramos en ella, es el caso del aceite de oliva en mayor medida, pero que también encontramos en otros alimentos como el pescado y los frutos secos. Otra de las claves de este patrón alimentario es la fuerte presencia de las frutas y verduras, presentes en todas las comidas del día, aconsejándose el consumo de hasta cinco raciones diarias.

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En la dieta mediterránea, una pirámide nutricional muestra todos los alimentos y las pautas de su consumo que deberíamos tener en cuenta para lograr una alimentación saludable. Recientemente, la Fundación Dieta Mediterránea, y en colaboración con numerosas entidades internacionales, la han modificado para incorporar elementos cualitativos, como indicaciones de carácter cultural y social ligados al estilo de vida mediterráneo. En la pirámide, además de destacar un tipo de alimentos determinados, señala maneras de cocinarlos y consumirlos, así como refleja la composición y número de raciones de las comidas principales.

En la página web de esta Fundación, puede encontrarse un decálogo detallado con las principales características. Entre ellas, cabe destacar, además del aceite de oliva crudo como base para cocinar y el consumo diario de fruta y verdura ya mencionado, que el pan y los cereales (especialmente los integrales) también se deben consumir cada día. Se aconseja el uso de alimentos frescos y de temporada, ya que de esta forma las podemos consumir en su mejor momento, tanto por su aporte de nutrientes como por su sabor.

Pese a lo que mucha gente pueda pensar, los productos lácteos, preferiblemente los yogures y el queso, deberíamos tenerlos presentes cada día. Ahora bien, hay otros alimentos que debemos consumir durante la semana combinándolos entre ellos: hablamos
de las proteínas como el pescado, la carne (evitar o reducir el consumo de aquellas procesadas) y los huevos. Por supuesto, el agua debe estar presente como bebida principal, descartando bebidas azucaradas y/o con gas.

Finalmente, una buena dieta, siempre debe estar acompañada por el ejercicio diario, una combinación perfecta para incrementar los hábitos saludables.