Con las horas contadas, los cruceristas que llegan cada día a Palma deben tener claro qué actividades van a realizar | Pere Bergas

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Empieza el día y los cruceristas tienen que visitar Mallorca con las horas contadas, por lo que deben priorizar. Muchos se quedan en Palma. Unos se van a la playa y otros deciden visitar algún pueblo costero. Asimismo, algunos se muestran desorientados cuando bajan de los autobuses lanzadera y, por primera vez, ponen los pies en tierra firme.

A partir de las 9.30 de la mañana, los semáforos de la calle de la Escollera se convierten en una suerte de compuerta que rítmicamente libera decenas de turistas en sus cuarenta segundos de duración.

Ante los ojos de los visitantes se levanta la Catedral de Palma. Para algunos es suficiente, pero otros se rendirán a alguno de los estímulos que reciben en sus primeros doscientos metros de paseo. Mientras un calesero trata de conseguir algún cliente, de fondo se escucha: «¡Conozca la historia de Palma en segway! ¡Visite el centro histórico en segway!», un reclamo que no parece obtener el éxito esperado.

Quienes han logrado captar la atención de los visitantes son dos osos panda gigantes que bailan al ritmo de El Arrebato o Camela. Mientras tanto, un joven bangladesí intenta vender botellas de agua. Los viajeros se hidratan, y pasan entonces a la zona de los retratos, las tablas con ‘tu nombre dibujado’ y los vendedores de abanicos, imanes y palos de selfi.

«¿Quieres Charlie? ¿Conoces a Charlie?», le dice un hombre bien vestido a un turista, (’Charlie’ es como se conoce la cocaína en el argot callejero de Reino Unido), y ante la negativa del británico, el camello se esfuma entre la multitud.

Aquellos que logran superar este mar de ofertas acceden al centro. La mayoría de ellos se concentra frente a la Catedral, en s’Hort del Rei, donde descansan y se toman fotografías, y frente al Ajuntament, donde cada cierto tiempo se pueden ver numerosos grupos encabezados por guías, que les cuentan los pormenores de edificios y monumentos.

El ambiente es algo distinto en la Estación Marítima de Palma; más alejado de la ciudad, los visitantes están obligados a tener claro su destino. Aun así, grupos numerosos se plantan frente a los paneles informativos en busca de qué hacer en su visita exprés. Los taxistas esperan pacientemente frente a la puerta de la estación, donde recogen a aquellos que finalmente se han decidido. Algunos optan por los autobuses y las bicicletas. «Lo primero que vamos a visitar es Primark», afirma con risa nerviosa Wallace Gary, una mujer de Michigan acompañada por su familia, «aunque como abre a las 10.00 de la mañana, iremos un rato a la playa de Can Pere Antoni», concluye.

Otros se decantan por las visitas guiadas en bicicleta y algunos prefieren actividades con esencia mallorquina: «Es la primera vez que venimos y nos hace mucha ilusión viajar con el tren de Sóller», comenta ilusionado Kevin, un joven canadiense.