Un grupo de niños, en canoa, en el campamento Fábrica de Valientes. | Pere Bergas

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A poco más de un kilómetro de Portocolom se encuentra situado en las cercanías de Cala Brafi un campamento de verano algo diferente: Fábrica de Valientes, un oasis natural donde 60 niños de entre 6 y 15 años conviven, se divierten, practican inglés –la lengua en la que se desarrollan la mayoría de las actividades– y, lo más importante, aprenden a conocerse y a expresar sus emociones sin pudor. «Más que un campamento, es una filosofía de vida. Pensé que era necesario ahondar en la parte socioemocional de la persona. Nuestros hijos deben crecer con una buena mochila, cargada de valores que les ayuden a tirar para delante con actitud positiva», explica Pati de Luque, fundadora de Fábrica de Valientes, que afirma que la idea surgió con el nacimiento de sus hijos y pudo desarrollarla cuando cerró la entidad bancaria en la que trabajaba. «Uno de los principales objetivos es que los niños acaben con una mente más abierta», añade.

«¿Mañana es jueves o viernes?», le pregunta una niña a Pati. En el campamento se pierde la noción del tiempo. Los niños no paran en todo el día y el calendario acaba dando igual. Se levantan a las ocho, desayunan y arreglan bien sus cabañas, que comparten entre seis, para que no les toque el ‘cacaman’, un título para el cuarto más desordenado y que va acompañado por una pequeña penalización: limpiar los platos y mesas después de cada comida durante ese día. Por otro lado, la estrella se la llevan aquellos con la mejor presentación y con chuches en forma de premio.

Palma, Discreto, Fábrica de valientes

Durante su estancia, que puede ser de una o dos semanas, disfrutan de actividades y dinámicas muy diferentes. Los niños llevan al día una suerte de ‘cuadernillo de emociones’ en el que apuntan sus estados de ánimo, escriben como se sienten, y más tarde pueden compartirlo con sus compañeros. También aprenden a calmarse y controlar su respiración en las clases de yoga, y dejan volar su imaginación en el concurso de talentos.

Además del debido tiempo libre, en la ‘crazy hour’ los niños pueden elegir la actividad que quieren realizar entre una serie de opciones, algo que agradecen encarecidamente. Asimismo disponen de un buzón de sugerencias donde pueden dejar mensajes que por la noche se leen en grupo, de forma pública, anónima o privada. Una de las novedades de este año es que en el campamento no hay espacio para el teléfono móvil, creando una experiencia de desconexión total.