Los ecologistas denuncian que al usarse para proteger las cosechas, este compuesto «penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos: está en lo que comemos, en el agua que bebemos y en nuestros cuerpos». | Efe

TW
0

El uso del glifosato en la agricultura es un tradicional caballo de batalla de entidades ecologistas como Greenpeace o partidos sensibles en esta materia, como Equo. El glifosato es un pesticida y herbicida autorizado en Europa y muy utilizado en numerosos productos para el campo y el jardín; de hecho es el más utilizado en todo el mundo y está presente en numerosos productos, como el que ha generado ya indemnizaciones millonarias en Estados Unidos al asociar su uso a la aparición de determinados tipos de cáncer.

Los ecologistas denuncian que al usarse para proteger las cosechas, este compuesto «penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos: está en lo que comemos, en el agua que bebemos y en nuestros cuerpos».

Hace tiempo que los activistas denuncian los potenciales efectos dañinos del glifosato, y en 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo designó como «probablemente cancerígeno para los seres humanos», además de tener efectos en el sistema endocrino y en la reproducción.

Obviamente sus efectos son perniciosos, según esta opinión, para el medio ambiente y todos los seres vivos que habitan los campos rociados con este producto químico. Especialmente importante es su afectación sobre los polinizadores como las abejas.

Se trata de un producto químico con amplia implantación. Monsanto lo desarrolló y comercializó en primer término, y al caducar la patente fue comercializado en otros productos por otras muchas compañías. A pesar de que en un primer momento se afirmó que era un producto inocuo para la salud humana, de cada vez más voces –evidencias científicas y sentencias judiciales incluidas– ponen en tela de juicio este extremo.

Siguiendo estas teorías Francia se inclinó por la vía restrictiva y prohibió su venta libre en todo su territorio. No obstante los expertos del comité mixto de la OMS y la FAO emitieron posteriormente un informe en el que afirman que el uso de formulaciones de glifosato no constituye un riesgo para la salud.

En la misma línea, la Agencia Europea de Productos Químicos mantiene su clasificación actual del glifosato como una sustancia que provoca graves daños en los ojos y como sustancia tóxica para la vida acuática, pero no halló evidencias que implican al glifosato como un carcinógeno o un tóxico para la reproducción; unos argumentos que defiende la industria química a capa y espada para asegurar que, sin el glifosato, la agricultura actual es inviable.