Patricia Montoya, al volante de un autobús de la EMT. | Click

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La EMT, de Palma, apuesta por las conductoras. En la actualidad, en su plantilla, hay 22. A algunas de ellas –seis–, desde el pasado día 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, se las puede ver fotografiadas en la parte posterior de algunos buses de dicha compañía. Entre ellas está Patricia Montoya, con diez años de experiencia, que nos ofrece la mejor de sus sonrisas, manos al volante y sobre la frase: «La gent veu amb absoluta normalitat que una dona condueixi un autobús. Els que se sorprenen són una minoria». Con Patricia, o Patri para los amigos, quedamos la otra mañana en las dependencias de la EMT, junto a uno de los autobuses en los que aparece ella.

¿Hay algún antecedente en la familia, alguien que haya conducido o que conduzca un bus?
—Mi padre fue conductor de la EMT y mi hermana mayor, Vanessa, también conduce un autobús de esta compañía. Y yo, antes de trabajar aquí, lo hice en una autoescuela. Pero mi padre ni nos indujo, ni influyó para que entráramos en la EMT. Estamos aquí porque nos gusta este trabajo. Porque nos apetece hacerlo.

¿Qué se requiere para ser conductor de bus?
—Para ser conductora de bus tuve que conseguir el carné de conducir de primera y luego superar unas pruebas, tanto teóricas como prácticas. Luego hicimos un cursillo en el que aprendimos todo lo que se precisa para conducir el bus, como, por ejemplo, calcular las distancias, porque esto –señala al autobús–, sobre todo al principio, te parece muy grande, y según que calles muy estrechas, por ello hay que acostumbrase. Afortunadamente, desde que conduzco no he tenido ningún percance, vamos, ni una rozadura.

¿Es un trabajo monótono?
—No, para nada. Siempre hay algo que te sorprende o que te llama la atención. De vez en cuando, ves que alguien que intenta colarse haciendo como si pasa la tarjeta, que tú te das cuenta que no lo hace, pues la tarjeta avisa, o que alguien pretende colarse subiendo por la puerta de atrás, entonces le dices que se baje y que entre por la de delante... Y el paisaje que ves a través del cristal, aunque parezca el mismo, siempre cambia. Igual que la gente, aunque mucha de ella se sube cada día en el mismo sitio. Me refiero a los usuarios fijos.

¿Se sorprende la gente, los hombres sobre todo, viendo una mujer al volante del bus?
—Hoy sólo se sorprende una minoría al vernos, solo muy poca gente. Pero recuerdo que cuando comencé, llevando el de la línea 3, en Jaime III, un señor mayor al verme no quería subir al vehículo. «Las señoras y las sardinas solo sirven para las cocinas», me dijo. Yo insistí en que subiera y al final accedió. Se sentó a mi lado y… Pues que cuando se bajó, bastantes paradas después, me dijo que le había hecho cambiar de idea respecto a las mujeres al volante. «Por ello, te doy un diez», me dijo.

¿Qué tal es el comportamiento del usuario?
—Salvo excepciones, es bueno. La gente joven suele dejar el asiento a los mayores y solo una vez tuve que pedirle a uno que dejara el suyo a una joven embarazada. También, a veces, sobre todo en verano, me he encontrado con que por la noche se ha subido gente algo alegre. Entonces, les llamas la atención y le dices que se tranquilicen...

¿Y si la cosa se complica y no se tranquiliza?
—Cuando hay un problema que ves que no puedes solucionar, o que se presenta una emergencia grave, a través de un botón, contactas con la compañía y ella interviene. Está todo controlado en este sector del transporte.

¿Qué pasa si te despistas y te metes por una vía que no es?
—Pues no pasa nada. Me ocurrió una vez, que me equivoqué de calle, y cuando me di cuenta se lo dije al pasaje, y a la primera ocasión que tuve, que fue enseguida, recuperé mi ruta habitual. Y es que eso puede ocurrir.

¿Qué tal os lleváis las conductoras de la EMT?
—¿Entre nosotras? ¡Muy bien! Las relaciones son excelentes. Estamos siempre en contacto a través de un grupo de Whatsapp, ‘EMT Lady power’, que hemos creado.