A falta de ultimar algunos apaños, lo tiene todo listo. A modo de preparación, llevan dos meses durmiendo juntos en un cuarto de su casa para adaptarse a un único espacio en la camioneta. | J. Roibal

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Lo intentó el pasado mes de junio y no pudo ser. Después de preparar durante dos años una expedición por la Ruta de la Seda, el proyecto no cuajó. Así que le dio una vuelta y lo transformó en un viaje que en enero iniciará con su familia a bordo de una camioneta.

Serán más de 130.000 kilómetros. A Joshua Roibal, presidente de la Fundación Cultural Pueblos de la Tierra, le acompañarán su mujer, Encarna Ferrer, y sus hijos Ulises, de 12 años, y Hermes, de 7 años.

La primera etapa del viaje les llevará hasta Mongolia y tiene una duración aproximada de más de un año. Esa parte la sufragarán ellos (calculan un gasto de unos 900 euros mensuales) y después esperan poder seguir la ruta a través de la página Siguelavuelta.com, que incluye el apartado ‘¿Nos ayudas?’ y con la venta on line de guías de viaje enfocadas a los niños realizadas al abandonar cada uno de los más de 15 países que esperan visitar.

«Saldremos a partir del 7 de enero. De Palma iremos a Valencia (sede europea de la Ruta de la Seda), y de ahí a Argelia –donde se encuentran los mozabitas, la primera comunidad religiosa más antigua del mundo musulmán, Túnez –les he prometido a mis hijos ir a ver el escenario donde se rodó parte de Star Wars–, Italia –intentaremos ver al Papa–, Turquía, Armenia, Azerbayán, Irán... hasta llegar a Mongolia –cuna de la religión bompó–», afirma Roibal.

Esta primera parte del viaje tiene un marcado carácter religioso, que combinarán con visitas y actividades propias de las edades de sus hijos. «Nos hemos acogido a un programa de la Unesco para visitar a los principales líderes religiosos del mundo. Buscaremos lo que nos acerca a las principales religiones que encontraremos por el camino, siguiendo la huella de Marco Polo». Viajan sin un seguro médico privado, con un seguro de coche básico, con una amplio botiquín –donde no falta un torniquete–, bidones de gasolina suplementarios, ordenadores, un sistema vía satélite, sin baño ni ducha incorporados como tales en el interior de la camioneta, con artículos básicos de cocina –la idea es desayunar, comer y cenar en el vehículo–, un sistema de filtros de agua o un kit de herramientas, entre otras cosas.

Encarna está en la recta final en cuanto a las vacunas y sus hijos también. «Estoy ilusionada y preocupada a la vez. En Irán, por ejemplo, como mujer será toda una experiencia. Allí estaremos tres meses. Iré tapada y caminaré un paso por detrás de mi marido. Este viaje también requiere una preparación psicológica», señala.

Sus hijos no lo tienen tan claro. «Lo veo divertido, puedo conocer más a mi familia, pero no puedo tener todo lo que tengo aquí. ¿Qué me parece dejar el cole? Bien y mal. Bien por el viaje y mal por dejar a los amigos», afirma mientras lanza una pequeña queja. «No me dejan jugar en casa a ‘Fornite’ y me quieren llevar a ver un campo de refugiados».

Hermes, el más pequeño de la casa, se llevará a su perro de peluche Guau Guau y afirma que echará de menos a «la tata» –su hermana mayor, que no viaja con ellos, pero se incorporará determinados tramos– y quiero investigar el desierto con mi padre».

Joshua, también miembro de la Sociedad Geográfica Española, ha recorrido más de 45 países y sólo una vez tuvo un percance de consideración. «Te pueden pasar cosas en cualquier sitio. Solo hay que evitar zonas peligrosas –por eso no visitamos Afganistán– y ser humilde, tolerante y respetuoso». Como dice Roibal: ‘Maktub’ (’está escrito’, en árabe).

«Quiero que mis hijos vean un campo de refugiados, que estén en la cuna de la civilización persa, ver Delfos, Itaca. Hay algo muy importante cada vez se viaja: hay que ponerse en contacto con la embajada española en cada país. Ese esencial».