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En una época en que unos modestos hostales constituían la única opción donde alojarse en Palma, establecimientos principalmente pensados para la payesía de la Part Forana, apareció en 1903 y en pleno corazón de la ciudad el Gran Hotel. Edificio emblemático del movimiento modernista, obra del insigne arquitecto Lluís Domènech i Montaner (autor del Hotel Internacional, el Palau de la Música y del Hospital de Sant Pau, de Barcelona), representa el pionero del lujo en Mallorca.

Su ornamentada fachada con elementos escultóricos y cerámica (de La Roqueta) anunciaba a los primeros turistas unas instalaciones inéditas hasta la fecha con unos niveles de lujo y confort que le situó en el primer lugar a nivel nacional hasta la inauguración del hotel Ritz de Madrid. Así se plasmaba el ideal de Miquel dels Sants Oliver. Pero el Gran Hotel no fue sólo un albergue de alto nivel, sino también un punto de encuentro para los artistas e intelectuales de la época.

Durante los años 20 contaba como sucursal con el Villa Victoria (origen del actual hotel Victoria) y ofrecía a sus clientes una comunicación directa con tranvía para disfrutar de su magnífica terraza con vistas al mar sobre el panorama rocoso idílico con caletas, anterior a la construcción del Passeig Marítim. La actual sede de la Fundació La Caixa, ubicada en un lugar privilegiado del centro histórico, por desgracia fue objeto de una radical transformación en 1942, cuando pasó a acoger el Instituto Nacional de Previsión. Sus interiores se transformaron en oficinas y su fachada sufrió importantes mutilaciones en su coronamiento, mientras las columnas de mármol quedaban ocultadas tras unos ventanales cuadrados.

Centro cultural

En 1993, el edificio fue reconvertido en centro cultural, actual CaixaForum Palma de la Fundación La Caixa. El centro es la sede de periódicas exposiciones, conciertos, conferencias y alberga una exposición pictórica permanente dedicada a Anglada Camarasa. Su construcción, con el arquitecto mallorquín Jaume Aleñar como director de obras, fue promovida por el empresario Juan Palmer Miralles (un indiano afortunado en Uruguay) y Ferran Truyols, marqués de la Torre (primer presidente de la Sociedad Fomento de Turismo). Culminó con la colaboración de Antoni Albareda, un especialista en hostelería, reconocido en Barcelona como responsable del hotel Quatre Nacions.

El Gran Hotel disponía de planta baja, que alojaba el gran salón y el comedor, sumaba cuatro pisos, porche, terrados o azoteas, patios, jardín, coladurías, dos pozos y otras dependencias. El comedor estaba decorado con obras de pintores famosos de la época, como los catalanes Santiago Russiñol y Joaquín Mir. Las habitaciones, dependiendo de su distribución, calidad y confort, tenían distintos precios por noche. La más cara con salón, dos camas y aseo, costaba 15 pesetas; la más barata valía 2,50 pesetas. En total ofrecía 150 plazas a los clientes. Solamente diez de ellas poseían baño completo.

Además, contaba con una lujosa suite con comedor particular. En un tiempo donde aún predominaba la luz de gas, también fabricaba su propia electricidad, con unos equipos de baterías de acumuladores que daban luz a cuatrocientas cincuenta bombillas incandescentes con diez arcos voltaicos. Lo mismo ocurría con la calefacción, mediante calderas construidas en Mallorca en la fabrica de Can Maneu. También tenía ascensor y agua corriente.


Durante la Guerra Civil sirvió de residencia de pilotos y oficiales de la aviación italiana y cerró sus puertas en 1941, siendo adquirido en 1942 por el Estado. En 1993, hace 25 años, lo compró La Caixa, que realizó una reforma integral a cargo de los arquitectos Pere Nicolau y Jaume Martínez, con el objetivo de recuperar su imagen original para acoger el actual centro, con sala de conferencias, bar y venta de publicaciones.