Viviana Bertalmio, en Palma con el taxi con el que empezó a trabajar hace 11 años. | Joan Torres

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Viviana Bertalmio Larrauri (Sarandí Grande, Uruguay 1976) llegó a Mallorca en 2000 huyendo de la violencia en su país. «Trabajaba en una panadería en Uruguay, pero me atracaron varias veces, incluso en una ocasión me pusieron una pistola en la cabeza». En Palma encontró trabajo en la Croissanteria Mallorca de las Avenidas y posteriormente en los Punts de Joc del Metropolitan y de la calle Médico José Darder hasta que en 2007 se hizo taxista. Fruto de esta experiencia está preparando un libro que titulará '12.000 kilómetros más' y que verá la luz en diciembre.

¿Desde cuándo escribe?

—Desde antes de aprender a escribir. Es verdad, siendo muy pequeña cogía papel y lápiz y me ponía a pintarrajear. Tenía esa necesidad. A los 14 años escribía mucho, pero mi padre y mi madrastra se burlaban de mí y me desanimé mucho.

'12.000 kilómetros más' no es su primer libro.

—No, en Uruguay escribí tres, dos novelas y uno autobiográfico sobre la anorexia que sufrí. Sentía la necesidad de contar desde mi experiencia esta enfermedad para ayudar a otras personas que la sufrieran y que se sintieran identificadas con mi problema. Pero las burlas que le expliqué antes me afectaron tanto que quemé los tres libros.

Y recuperó la afición en Mallorca.

—Sí, hace dos años escribí Una sudaca en Mallorca en la que cuento mi experiencia desde el año anterior a decidirnos a venir a Mallorca mi por aquel entonces marido y yo. He escrito un montón de libros e historias más e incluso Una sudaca en Mallorca lo he llevado a la televisión por si les interesa.

¿Ha sufrido el racismo?

—Sí, claro. Recuerdo que en una ocasión un cliente, un chico joven, me dijo que debería volverme a mi país porque le estaba quitando a él el trabajo. Y eso que ni se había preparado para taxista ni nada.

¿Cómo surgió la idea de hacerse taxista?

—Fue curioso porque estando trabajando en Punt de Joc, un cliente me dijo que era una ‘sudaca de mierda, vete para tu país en un barco de hielo’. Pero continuamos hablando y ahora es uno de mis mejores amigos. Me comentó que con mi carácter y mi don de gentes me iba a comer el taxi si lo probaba.

¿Cómo está estructurado el libro?

—Cuento esta época de taxista y cómo lo he compaginado con ser esposa, madre, hija, estar en el hospital porque un hijo estaba ingresado y salir a trabajar... Y luego una gran cantidad de anécdotas que se producen en este mundo, y más por la noche.

¿Salen famosos en su libro?

—He llevado a muchos, pero no cuento nada, ni quiénes son, ni dónde los llevé o de dónde les recogí.

¿Qué le han ofrecido en el taxi?

—De todo: droga, sexo, todos los vicios que existen los puedes conseguir. Si quieres, claro. Hombres que dicen que suba al hotel o al barco...o incluso te ofrecen ir a un descampado... Mi mejor propina fueron 200 euros de cuatro turistas a los que llevé y traje de un bar de alterne.

¿Por qué dejó el taxi?

—Un británico me agredió sexualmente en Cala Major. Se abalanzó sobre mí y me empezó a tocar. Estaba muy descontrolado. Toqué el botón de pánico y llegó la Policía. Después de dos años, el juez me ha dicho que me tiene que indemnizar con 600 euros.

¿Y a qué se dedica ahora?

—He vuelto a trabajar en una panadería de la Avenida Picasso. Mucho más tranquilo que en Montevideo.