El Mag Lari, durante uno de sus números que se podrán ver mañana en Trui Teatre.

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Josep Maria Lari Vilaplana (Barcelona, 1973) es el Mag Lari y aterriza este viernes en Trui Teatre para mostrar su Dolce Vita, un espectáculo de magia con cierto aroma italiano. Mag Lari deleitará a los asistentes con un repertorio de juegos de manos diferentes, ambientados en paisajes del país transalpino.

Se trata de un show muy ágil y divertido en el que la ironía va ligada a los tópicos italianos más simpáticos y conocidos. Música, luces y un vestuario exquisito completan una puesta en escena o de magia en el que, una vez más, el Mag Lari desborda su manera de hacer magia desenfadada y su carismática faceta de showman.

Sus padres le regalaron un libro de Juan Tamariz en una feria del Libro. ¿Fueron unos visionarios
—Eso fue en 1984, tenía 11 años y ya era un payaso, hacía actuaciones en el comedor de casa y experimentaba con la magia de un modo muy rudimentario. Cogía un Madelman, lo partía por la mitad y lo intentaba juntar tapando la parte rota con la mano. Y me creía mago.

En sus números hay mucho humor.
—Sí, no concibo la magia sin que haya una parte de humor. No soy muy purista de la magia y mis espectáculos están formados casi al 50 por ciento por magia y humor.

Ha hecho mucha magia en televisión. ¿Es más fácil o más complicado que en un teatro?
—Es mucho más difícil en televisión porque es un medio hostil para la magia. Nunca sabes dónde puede haber una cámara. En un teatro tienes al espectador de frente y controlas todo el escenario.

¿Es fácil ‘cazar’ los trucos de unos compañeros?
—A un buen mago no se le ‘cazan’ los números, pero con los años que llevo en este mundo sí que sé cuáles son las técnicas que utilizan para realizar los trucos.

Usted ha sido el director de escena del espectáculo Nada es imposible, de El Mago Pop. ¿En qué consiste esa labor?
—Esta figura es muy antigua en el mundo de la magia. Ordena todas las piezas que hay en el escenario para que el espectáculo brille lo más posible. Ha sido una experiencia más agradable porque no hay un espectáculo tan potente en el mundo que funciones tan bien.

¿Es cierto que David Copperfield le hizo desaparecer?
—Sí, fue hace muchos años. Iba como público, él lanzó una serie de pelotas y una de ellas me cayó a mí. Subí al escenario y desaparecí. Pero no me pregunte cómo hizo el número porque me pidió en persona que no se lo dijera a nadie.

¿Es lo más grande que le puede suceder a un mago?
—Eso, y que Juan Tamariz te haga un número de cartas.

Hay unanimidad entre los magos. Tamariz es un referente y el ‘padre’ de todos.
—Es que, además de su labor como mago, sus libros son un tesoro. Es un gran estudioso de la magia y ninguno ha aportado más que él.

¿Existen los ‘ganchos’ en los espectáculos? Un mago me criticó mucho a El Mago Pop por utilizarlos.
—Cualquier técnica que uses para llegar al público y sorprenderlo es válida. Todos los magos del mundo envidian al Mago Pop y cualquiera que le critique es un mediocre. Así de claro se lo digo.

Como catalán, ¿hubiera venido bien un poco más de humor y magia?
—Sí, en Cataluña se ha perdido la ilusión y habría que recuperarla.