Andrea Hidalgodurante su actuación en Factor X. | Cuatro/Factor X

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Andrea Hidalgo, la joven cantante mallorquina de Santa Maria, La loca del ukelele, perdió su silla por decisión de Risto Mejide, por lo que tuvo que abandonar Factor X. Eso sí, lo hizo por la puerta grande, dejando muy buen recuerdo, y lo hizo también con gran deportividad.

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Ella sabía que antes que ella tuvo que haber salido otra, pero aceptó el veredicto, se levantó, se abrazó con quien le había arrebatado el sitio, cogió su ukelele y salió pronunciando bonitas palabras para el programa y para la experiencia que ha vivido en él. Pudo llegar más lejos pero, al depender de un solo criterio, se quedó ahí. Y es que Risto es así. Eleva a los cielos a alguien y después los manda al infierno. No lo decimos solo por Andrea, lo decimos también por otra aspirante, la que maravilló hasta a la misma Laura Pausini interpretando, de forma aflamencada, una canción suya y mostrando, a pesar de su juventud, un gran dominio de las tablas, a la que echó de la silla sin que pocos lo entendieran, dejando, en cambio, a otras –a otra en concreto– sentada. Tampoco fue justo que echara a la rapera Erika, que se metió al público en el bolsillo con un mensaje muy de actualidad sobre la mujer. Muy desafortunado, Risto.

Esta segunda parte de Factor X es eliminatoria. Los grupos fueron asignados a cada uno de los presentadores, que eran quienes debían de juzgar sus actuaciones, contando con el consejo de los otros tres. Había cinco sillas y doce participantes en cada grupo. Eso significaba que, al final, solo quedarían cinco, uno por silla. Se dio el caso de que algunos de los que habían ganado la silla por su actuación, la perdían al considerar el juez que otro que cantó después de él lo había hecho mejor. Los hubo también que, a juicio de cada miembro del jurado, eran eliminados sin darle opción a que se sentara. Da la impresión de que Factor X en España es más para el lucimiento de los presentadores que para el de los artistas.