El Cristal unía generaciones, clases sociales, niveles culturales. Unía porque era único. | Jaume Morey

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El pulso entre la familia Ramis (titular del negocio) y la familia Isern (propietaria del local) concluye este martes. Los Ramis dejan el emblemático Bar Cristal de la Plaça d’Espanya, entrañable emblema de la ciudad desde la dura postguerra. Estos últimos días se han visto palmesanos sesentones en la terraza de este bar saboreando «mi última cerveza aquí, con cientos de recuerdos en cada sorbo».

La culpa en primera instancia del cambio de titularidad del negocio se llama Internet y la consecuente explosión turística en los rincones únicos de Palma. El alud de visitantes ha hinchado los alquileres, sobre todo de los negocios que cuentan con una clientela fija de toda la vida.

Quedam davant el Cristal es una frase común a miles de mallorquines, tanto de Palma como de la Part Forana. Las citas en este bar o en sus alrededores forma parte de la historia de la vida privada de los mallorquines. Y eso vale dinero, mucho dinero. Inversores de fuste y arrojo se van a los propietarios de los locales y les ofrecen el oro y el moro. Habrá qué ver si son capaces luego de lograr la rentabilidad alcanzada por los que se han dejado la vida en el interior del establecimiento para hacerlo atrayente. Pero esta es la ley de los nuevos tiempos

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Otros casos

La Plaça d’Espanya está acostumbrada a la deforestación de sus establecimientos tradicionales. Se fueron para siempre la Cafetería Colombo, el Bar Avenida o el Bar Niza, fue de forma lenta pero implacable. Y no lejos de allí, en el carrer de Sant Miquel, la lista de recuerdos sepultados se hace enorme, incluso insoportable para la memoria. Es el caso del Bar Moka y sus perritos calientes inigualables, que en su día incluso se convirtieron en antojo favorito de las embarazadas más caprichosa de la ciudad.

Y ahora el Cristal ya es carne de mercado cibernético frío y deshumanizado. Los establecimientos tradicionales fenecen al ritmo de la oferta y la demanda. Pero el pasado que nos deja seguirá siendo puro. Mientras el masificado presente rezuma abusos irrefrenables.