Enrique Ponce. | M. À. Cañellas

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Si llegar a ser figura del toreo es difícil, mantenerse en los puestos más altos del escalafón durante más de 25 años es algo sólo al alcance de un diestro privilegiado como Enrique Ponce, que este jueves abrirá el festejo en la plaza de toros de Palma, en lo que puede ser el último festejo que se celebre en el coso diseñado por Gaspar Bennàssar. Quién sabe si este jueves puede añadir una muesca más a los 45 toros indultados en su carrera.

—Lleva 26 años de matador y no había venido a Palma...
—Estuve en 1988 como novillero y en los últimos años hemos hecho esfuerzos por venir pero al final por unas causas u otras no ha sido posible hasta hoy.

—Y puede ser la última corrida de toros en Palma.
—Espero y deseo que no y que impere el sentido común ante esta barbaridad. Sería una pena que parte de la cultura de Palma desapareciera. Hay que hacer fuerza para que esto no ocurra.

—¿Qué habría sido de no ser torero?
—Si naciera 1.000 veces volvería a ser torero 1.000 veces. Me siento orgulloso y realizado. Ser torero es una forma de sentir y ser y desde que tengo uso de razón tengo en mis manos un capote y una muleta.

—¿Qué se necesita para ser figura del torero tanto tiempo?
—A veces me sorprendo, no es normal. Además, estoy mejor que cuando empecé y ha habido una evolución muy bonita en mi toreo. He llegado a la conclusión de que no es cuestión de afición, sino que es que soy torero. Me considero un artista y como tal no hay fecha de caducidad mientras tenga ilusión, talento y la forma física adecuada para estar delante de la cara del toro.

—¿Y su mujer ya se ha resignado?
—Bueno, la voy ‘engañando’ cada año.

—¿Cómo se compagina el hecho de torear cada vez mejor y tener a la vez la responsabilidad de ser padre de familia?
—Lo he hablado con compañeros y ser padre es un aliciente más para intentar hacer las cosas cada vez mejor, no para dar un paso atrás. La mayor ya tiene 8 años y es consciente de lo que hace su padre, la pequeña, con 4 años, no tanto.

—¿Era bueno para la fiesta que toreara más de 100 corridas al año?
—La figura del toreo debe dar la cara en todos los sitios. Esto ha sido así desde siempre. ¿Por qué no van a tener derecho los habitantes de un pueblo de 7.000 habitantes a ver a las figuras?

—¿Le dolió más la muerte de Víctor Barrio o algunos comentarios?
—Lo que más duele, sin duda, es la pérdida de un compañero. Es el único espectáculo donde se crea arte y te juegas la vida. Hablando hace unos días con sus padres comentaba que no hay que buscar un porqué. Simplemente ocurrió porque Víctor era y sentía como torero y salió a la plaza a entregar su arte. Los comentarios de después de su fallecimiento me parecen repugnantes y dejan al descubierto la clase de calaña y de malas personas que son estos que van tapados de una defensa del animal totalmente falsa cuando quizás son capaces de tirar a su madre por la ventana. Una cosa es el antitaurino ‘normal’, que no le gustan los toros, pero que nunca desearía la muerte de un ser humano y otra cosa es quien desea que te mate un toro y se alegre con ello.

—¿Ha hablado con antitaurinos?
—Nunca he ido a hablar con ellos a una manifestación porque sería perder el tiempo. Pero en un reportaje para un diario nacional hablé con la presidenta del Partido Animalista (Silvia Barquero). Ella me pareció una antitaurina normal. Cuando me dijo que no deseaba que me pasara nada malo, ya pensé: «Bueno, por ahí empezamos bien». Fue un encuentro agradable y cada uno defendimos nuestras posturas.

—¿Cómo ve el futuro de la tauromaquia?
—Veo un futuro bonito pese a que en algunos lugares haya estas amenazas defendidas por un político. Pero no van a acabar con el toreo porque forma parte de la tradición, la historia y la cultura de nuestro país. Mientras haya un hombre que se ponga delante de un toro bravo, la fiesta no morirá nunca.

—¿Qué le dice a la gente que reconoce que haya arte pero que no lo admite a costa del sufrimiento del toro?
—Pienso que el toro bravo no sufre durante la lidia. No es un animal normal. Por ejemplo, el león es fiero y el toro es bravo. Bravura significa entregarse hasta la muerte. La genética y la bravura le impide sufrir y no rehusa el castigo. Además, el toro es irracional; no piensa que va a morir. Nosotros podemos sentir que vamos a morir; el toro, no. Cuando se da cuenta de que se va a morir, ya ha muerto. Si no, huiría. A cualquier animal que le hagas daño huye, salvo al toro.

—Con su amigo Raúl, ¿se ganó un gran futbolista o se perdió una figura del toreo?
—No sé si hubiera sido una figura del toreo, pero aptitudes tenía. Además, ahora ya se puede decir porque ya está retirado, torea muy bien. Y como es un tío listo, todo los consejos que le decía los asimilaba muy rápido.