Ha sido probablemente el vídeo más viral surgido de Marruecos en los últimos tiempos: el que muestra al príncipe Mulay Hasán, el heredero del trono marroquí de 12 años, retirando ostentosamente la mano cuando una fila de dignatarios adultos trata de besársela. | Youtube: PopulairesvidZ

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Ha sido probablemente el vídeo más viral surgido de Marruecos en los últimos tiempos: el que muestra al príncipe Mulay Hasán, el heredero del trono marroquí de 12 años, retirando ostentosamente la mano cuando una fila de dignatarios adultos trata de besársela.

El vídeo no ha sido capturado por ningún teléfono móvil ni reviste carácter clandestino, más bien al contrario: es un extracto del noticioso de la primera cadena de la Radiotelevisión marroquí, es decir, algo así como una de tantas imágenes oficiales de la familia real.

Y pese a que vídeos similares estaban disponibles para cualquier internauta desde hace años y forman el contenido de los informativos televisivos marroquíes de tarde y noche, por alguna razón desconocida el vídeo se volvió viral y dio la vuelta al mundo, propiciando todo tipo de comentarios.

Los medios marroquíes, que jamás comentan el protocolo real ni aluden al besamanos, sí que se han hecho eco de la atención mundial despertada por su príncipe, de quien algunos medios extranjeros han asegurado alegremente que «se niega» a acatar el protocolo.

Costumbre

Sin embargo, las cosas no son tan simples: primero, el besamanos no figura en ningún manual de protocolo (al menos públicamente conocido), y cada rey lo utiliza de un modo distinto.

Y segundo, el besamanos, aunque está cayendo en desuso en Marruecos, es algo más que un ritual de palacio: es una costumbre que aún se practica (sobre todo en el campo, y menos en las ciudades) como marca de respeto del hijo al padre o la madre, del creyente al sabio religioso, y del súbdito al rey.

El difunto rey Hasán II, fallecido en 1999, practicaba el besamanos con todos los súbditos, fueran quienes fuesen, y aquel que acudía a una ceremonia oficial, sabía que debía doblar la espalda y posar sus labios sobre la mano derecha del soberano.

Se decía entonces que cuando el monarca ofrecía su mano por los dos lados (la palma y el dorso), era señal de que estaba exigiendo a esa persona una muestra añadida de lealtad y sometimiento.

Cuando Mohamed VI heredó el trono, había gran expectación sobre si continuaría practicando esa tradición o la suprimiría, dado el halo modernista con el que era visto dentro y fuera de Marruecos.

Por ejemplo, Mohamed VI presentó oficialmente al pueblo a su esposa Lalla Salma y le dio título de princesa, fotografiándose frecuentemente con ella, y suprimió además el harén del Palacio, rompiendo así con dos tradiciones centenarias que subsistían hasta el siglo XX.

Sin embargo, el besamanos no fue suprimido, sino reinterpretado: unas veces se practica, y otras no.

Es difícil comprenderlo a simple vista, y más cuando en ninguna parte está codificado ni explicado, ni tampoco ninguna fuente se pronuncia al respecto, ni siquiera para describirlo.

Pero un observador continuado de las imágenes del rey puede percibir la diferencia: Mohamed VI ya no lo practica con los civiles, pero sí con los policías y los militares.

Que se sepa, no ha existido ninguna disposición al respecto ni se ha comunicado formalmente que exista una «dispensa» para los civiles, lo que podría explicar el hecho de que una gran parte de marroquíes, en presencia del rey y del príncipe, se sientan obligados a mostrarles sus respetos como mejor saben: besándole la mano. Aunque el rey se la retire.

Otros, por su parte, optan por besar al rey en el hombro derecho, y los hay incluso, y son los menos, que consideran suficiente marca de respeto estrecharle la mano e inclinar levemente la cabeza, como se hace con los reyes europeos, por ejemplo.

El príncipe Mulay Hasán, nacido y criado en el Palacio y descrito por quien lo ha tratado a diario como «un niño perfectamente normal, como cualquier niño de su edad», tiene cada vez mayor protagonismo en actos oficiales y al lado de su padre.

Al principio, acompañaba al rey en la lectura de discursos y en algunas inauguraciones; progresivamente, preside él mismo algunas ceremonias cuando el rey está ausente.

No parece que el príncipe se salte alegremente el protocolo en una corte tan codificada como la alauí: Mulay Hasán, al fin y al cabo un adolescente, tiene su propio estilo y así se presenta ante los súbditos del reino.