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Un equipo internacional de investigadores, liderado por la Universidad de Granada, ha demostrado científicamente por primera vez en el mundo que la depresión no es sólo una enfermedad mental, sino que conlleva importantes alteraciones del estrés oxidativo, por lo que debería ser considerada una enfermedad sistémica que afecta a todo el organismo.

Los resultados de este trabajo podrían explicar la significativa asociación que existe entre la depresión y las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, además de por qué las personas con depresión sufren una mortalidad más temprana.

Al mismo tiempo, esta investigación puede ayudar a buscar nuevas dianas terapéuticas para prevenir y tratar la depresión, según informa en un comunicado la Universidad de Granada.

La investigación supone un meta-análisis de 29 estudios que incluyen a 3.961 personas, y representa el primer trabajo detallado de estas características que se publica en el mundo acerca de lo que ocurre en el organismo de quienes sufren depresión.

Se centra en el desequilibrio entre la elevación individual de diferentes parámetros de estrés oxidativo (en especial, malondialdehido) y la disminución de sustancias que actúan como antioxidantes (como el ácido úrico, el zinc y la enzima superóxido-dismutasa).

Los científicos han podido comprobar que, tras el tratamiento farmacológico convencional de una depresión, los niveles de malondialdehido (un marcador de la degradación oxidativa de la membrana celular) se reducen significativamente en los pacientes, hasta no distinguirse de los individuos sanos.

Paralelamente, los niveles de zinc y de ácido úrico se elevan hasta normalizarse, algo que no ocurre con la superóxido-dismutasa.

La primera autora del trabajo es Sara Jiménez Fernández, estudiante de doctorado en la UGR y psiquiatra de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Complejo Hospitalario de Jaén, y como coautores figuran los profesores de Psiquiatría de la UGR Manuel Gurpegui Fernández de Legaria y Francisco Díaz Atienza, en colaboración con, entre otros, Christoph Correll, del Hospital Zucker Hillside, de Nueva York (Estados Unidos).