La marca japonesa ha vuelto a apostar por este motor híbrido enchufable, en el que ha aumentado la cilindrada del motor de gasolina y ha mejorado la respuesta del propulsor eléctrico

TW
0

La primera generación de este modelo se puso a la venta en Japón en junio de 2000 con el nombre Airtrek y que se vendió en el resto de los países con el nombre de Outlander. La segunda generación, curiosamente, la adoptó el grupo PSA con un frontal e interior distintos, con los nombres de Citroën C-Crosser y Peugeot 4007.

El año 2006, la marca japonesa puso a la venta su primer vehículo 100% eléctrico, que ha ido recibiendo mejoras desde su comercialización. La tecnología de éste ha sido la base para el primer híbrido enchufable, que ofrece una serie de ventajas importante, como veremos a continuación.

En esta ocasión hemos tenido la oportunidad de probarlo en su segunda versión, que ha recibido mejoras importantes en muchos aspectos.

Estéticamente es un vehículo con un diseño discreto y atractivo a la vez. La parte delantera destaca por contar con unos faros de dimensiones comedidas, con una forma alargada, muy al estilo japonés, que ahora son de iluminación led, y albergan la iluminación diurna, que antes se alojaba en los faros antiniebla.

La parte posterior es también más bien discreta, ya que monta unas tulipas casi totalmente rojas, de dimensiones considerables, que están unidas entre sí por una fina pieza cromada, lo que mejora la imagen de conjunto.

La alta tecnología es sin duda una de sus grandes virtudes, gracias a la cual se ha conseguido un vehículo con unas cualidades enormes.

El Mitsubishi Outlander híbrido enchufable dispone de tres motores, dos eléctricos y uno de combustión, que se coordinan de manera automática. El motor convencional es un propulsor de gasolina DOHC MIVEC, de 2.4 litros de 135 CV la potencia máxima, cuando antes montaba un 2.0 de 121 cv. Con los otros dos propulsores eléctricos, de 94 CV el del eje delantero y de 82 CV el del eje delantero, la potencia total de este vehículo es de unos 230 CV.

Esta cifra parece muy elevada, pero al ser un vehículo que pesa unos 1.800 Kg, motivado por los motores y las baterías respectivas, las prestaciones no son tan buenas como parecerían ser, aunque la aceleración, con los tres motores en marcha es realmente explosiva.

Usando sólo el motor eléctrico, la autonomía del vehículo es de unos 45 Km, que no está nada mal, aunque cuando al vehículo se le pide aceleración, el motor de gasolina se activa y entrega toda la potencia. Cuando los tres funcionan al mismo tiempo por carretera, el consumo aproximado es de entre dos y tres litros de gasolina a los 100 Km. La cifra se va fácilmente a los 8 litros cuando se agota la batería.

En ciudad es donde este Outlander da la campanada al poder funcionar prácticamente siempre de forma eléctrica y llegar a un consumo medio de 2 litros (antes 1,7 l.) a los 100 Km, teniendo en cuenta que se tiene que ir cargando. Monta además baterías de mayor capacidad. A los diferentes modos de conducción, se ha añadido uno nuevo –el Sport- que incide en una mayor rapidez del acelerador e interviene en el funcionamiento del sistema eléctrico de tracción 4x4.

El Outlander es un vehículo muy rutero, cómodo para los ocupantes, aunque las suspensiones son excesivamente blandas, lo que se nota en exceso en las curvas, sin que pierda en ningún momento la trazada.

El interior de este vehículo de 4’65 metros es muy amplio. Los ocupantes de las plazas posteriores van de lo más cómodos gracias al generoso espacio que queda para las piernas, además de la altura ideal. Quizá se podría haber aprovechado más la longitud con siete plazas escamoteables, que le hubiera dado un plus de practicidad.

Las calidades de los materiales son muy buenas y el equipamiento de serie, de lo más completo, lo que lo convierte en una opción muy interesante para los que quieren tecnología, consumo reducido en ciudad, comodidad. Eso sí, hay que tener un enchufe a mano en el garaje.