Una reconversión en SUV muy acertada. | Miquel Àngel Llabrés

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Lo que empezó siendo un monovolumen del segmento C en 1995, denominado Renault Megane Scenic, que en el año 1999 pasó a denominarse Renault Scenic a secas, en el año 2016 se ha convertido en prácticamente un SUV del mismo segmento.

La marca francesa no ha hecho más que interpretar sus ventas y las de la competencia para ver que hoy en día tiene mucho más éxito un vehículo con un aire SUV que no un monovolumen, cosa que ha podido tocar con las manos con el Captur, que tanto éxito de ventas ha acaparado.

El nuevo Scenic, con este giro algo inesperado hacia los SUV cuenta con una estética que curiosamente se diferencia de los últimos productos que ha puesto Renault en el mercado, tanto en la parte delantera como en la trasera y, aunque esto es muy personal, el estilo del nuevo Megane lo considero más atractivo.

El diseño de la parte delantera del nuevo Scenic está a medio camino entre la del Captur y la del nuevo Megane, con unas ópticas modernas, aunque sin contar con el diseño futurista en forma de C de este último.
Lateralmente, destaca por dibujar una línea muy descendente hacia la parte posterior del vehículo, lo cual favorece una mejor aerodinámica y un diseño más atractivo. Mientras que la parte posterior no tiene las ópticas tan alargadas como los últimos productos de la gama, pero si que tienen un punto de originalidad importante al ser curvas.

PROPULSOR
El motor que hemos probado es el 1.5 dCi de 110 CV, que nos ha vuelto a sorprender agradablemente en este modelo. Si bien parecía a priori una cilindrada reducida para un modelo de estas dimensiones, el Megane se ha mostrado muy ágil por carretera, con unas prestaciones bastante notables, sobre todo cuando lo hemos conducido en el modo Sport, que sube un poco más de vueltas, sin que varíe tanto su comportamiento como en otros vehículos de mayores cilindradas.

El propulsor sube muy bien de revoluciones hasta las 4.000; después ya hay que cambiar de velocidad. Las marchas son más bien cortas, lo que le da una alegría interesante al motor. En la recuperación, este propulsor también vuelve a subir de vueltas de forma bastante rápida, lo cual se agradece, aunque en marchas muy largas urge reducir velocidades. Y el consumo es otro de los grandes atractivos de este motor, ya que los 3,9 litros a los 100 Km anunciados por la marca, nosotros los hemos subido sólo hasta los 4’8 l., que es una cifra muy buena.

COMPORTAMIENTO
En el comportamiento en carretera, hay que decir que se nota que es un vehículo más bien alto, sobre todo en las curvas, aunque las traza de forma mucho más que digna sin que tienda a subvirar en exceso. Las suspensiones, al ser un poco blandas notan más este desplazamiento lateral en curva, aunque sin llegar nunca a ser un problema para el conductor. Todo esto favorece una comodidad para los ocupantes fuera de toda duda.

El interior sí que ya es típicamente Renault de última generación, con una ausencia –en este caso– total de instrumentación analógica, que ha sido sustituida por la digital, incluso en los niveles de combustible o en la temperatura del motor. Desde mi punto de vista en el caso del Scenic se ha llevado demasiado al extremo, porque de día, según como pegue el sol, se ve con ciertas dificultades la pantalla.

Otra curiosidad interesante y que no nos ha acabado de convencer es que dependiendo del modo de conducción que llevemos, el marcado es de una manera o de otra, con el pequeño problema que puede no aparecer el cuentarrevoluciones, un instrumento que desde mi punto de vista es básico, aunque indique cuando es preceptivo el cambio de marcha.