Pedro Pizá junto al vehículo. | Jaume Morey

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Pedro Pizá es un entusiasta de los coches clásicos y no duda en afirmar que es un coleccionista de toda la vida. A lo largo de más de veinte años ha ido comprando y restaurando toda clase de vehículos hasta llegar a hacerse con este Mustang, un sueño que tenía desde que cumplió cinco años, cuando vio por primera vez el vehículo en una película. Desde entonces, todo el trabajo que ha realizado durante 20 años ha ido encaminado a conseguir hacerse con un Mustang. Este modelo es del año 66 y Pedro lo cambió hace tres años por un Buick. El coche estaba en muy malas condiciones, pero era el modelo lo que quería y sabía que dedicándole tiempo conseguiría ponerlo en perfecto funcionamientos. Tres años de duro trabajo le ha llevado la empresa, pero al final el resultado ha merecido la pena, como él mismo afirma.

DE NUEVA YORK A PALMA

Sobre el coche, relata que llegó a Palma procedente de Nueva York y la verdad es que no estuvo muy bien cuidado, de ahí el pésimo estado de conservación y lo mucho que hubo que trabajar en el sentido más amplio para devolverlo a su estado original. Trabajar duro es algo que no parece asustarle a Pedro, al igual que le sobran ilusión y ganas cuando emprende un proyecto de restauración. En los últimos 20 años –tiene algunos más de cuarenta– ha tenido vehículos de todas clases y ha emprendido proyectos de restauración de vehículos de diferentes marcas, siempre ajustándose a los necesidades de su bolsillo: ha tenido Seat 600 y 850; un Volkswagen Escarabajo o un Buick, siempre intentado subir un poco el listón para llegar a su sueño, que era el Mustang.

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Comercial de profesión, sabe bastante de mecánica, lo que se dice un manitas, ya que a lo largo de estos años ha ido aprendiendo de cada restauración que ha realizado y ahora no se considera un mecánico profesional, pero se atreve con casi todo a la hora de tener que ponerse a trabajar en un coche.

De este modelo en concreto, nuestro interlocutor habla maravillas: lo considera fantástico y para él es el mejor coche americano que se puede tener, por eso no ha dudado en pasar por otras restauraciones, para él menores, hasta llegar a conseguir hacer realidad su sueño. Un sueño –explica– que comenzó cuando un cliente suyo, Antonio Ramírez, le metió el gusanillo de los clásicos hace ya media vida. En cuanto a la utilidad del coche, es total, lo usa con bastante frecuencia, fines de semanas, festivos y siempre que surge la ocasión de poder salir a rodar con él.

UN SUEÑO

Dada su juventud, está seguro de que no se quedará parado aquí, pues espera conseguir nuevos objetivos en este mundillo. Uno de sus anhelos sería hacerse con un AC Cobra, un automóvil deportivo anglo-estadounidense fabricado entre 1962 a 1966 por la marca AC Cars. De momento sólo es un proyecto, aunque conociendo a Pedro y si ha sido capaz de estar trabajando 20 años para lograr su Mustang, mucho nos tememos que aunque tarde otros 20, algún día podrá cumplir su deseo de conseguir un Cobra para su colección. Constancia ha demostrado, que tiene e ilusión también, así que la empresa se hace menos cuesta arriba.