Abel López Cabrera junto a su Ford Mustang del 2013, con la bandera americana de su club. | M. Lluc García Terradas

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Abel López Cabrera es un mecánico que siente verdadera pasión por los Mustang. En 2015 alcanzó el sueño de su infancia: comprarse un Ford Mustang de 2013. Para llegar a esta meta tuvo que ahorrar durante un largo periodo de tiempo y durante dos años realizar intensas búsquedas.

Negro, manual y americano son las características básicas que Abel necesitaba. El año pasado vio una oferta que cumplía todos estos requisitos en una casa de automóviles de Valencia. Este concesionario, que se dedica a traer coches estadounidenses, vendía el auto que siempre había deseado y sin pensárselo dos veces lo compró. Sin embargo, el vehículo se encontraba en Pensilvania (Estados Unidos) y tuvo que esperar 60 días para que llegara a España.

ORIGINALIDAD
Una vez en su propiedad, no se conformó con que fuera como los demás. Comenzó a mirar piezas provenientes de Estados Unidos para conseguir que su Ford Mustang tuviera el diseño Roush. De esta forma, logró esa originalidad que tanto buscaba y que fuese el único que hay a día de hoy en Mallorca. Con sus propias manos, cambió el difusor trasero y delantero, el escape trasero, las llantas, que eran de 18 pulgadas las puso de 20, las entradas laterales y el alerón.

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Nos explica que hace poco le puso la última pieza a su caballo negro y que la única modificación que tuvo que hacerle un mecánico fue rebajar el coche, ya que para ello, necesitaba que estuviera homologado. No obstante, aún le falta por realizar un último retoque: elevar el capó.

Este fabuloso deportivo cuenta con un motor V6 con 3.700 cc y 325 caballos de potencia. Pertenece a la quinta generación del Mustang que, a diferencia de las demás, en ésta Ford ha utilizado las fortalezas de la primera en su diseño para crear un auto auténticamente retro. El precio del vehículo de Abel ronda los 40.000 euros sin los extras. Los coches antiguos son más caros y pueden costar unos 70.000 u 80.000 euros.

El mecánico, que trabaja en una tienda de alquiler de quads, nos cuenta que en verano no puede utilizar mucho el auto a causa de la gran cantidad de trabajo que tiene. Aún así, lo saca dos veces a la semana. Muchas de ellas son para relajarse después de un duro día. «Me subo en el coche sin la música, solo con el ruido del motor, y me despejo». También hace uso de su tesoro para acudir a eventos de su club American Car Club Mallorca o ir a pueblos que tengan parkings en buenas condiciones. Abel asegura que si se lo pudiese permitir económicamente se convertiría en coleccionista de clásicos. «Tendría todos los que pudiera si tuviera el dinero suficiente para comprármelos, pero siempre enfocados al Mustang. Mi próximo coche sería un Shelby Mustang GT500 y el siguiente, un Mustang Fastblack antiguo del 65».