Más familiar que nunca, pero no menos deportivo.

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El nuevo MINI Clubman supone otra mirada hacia adelante de la marca alemana, que ha renovado este modelo para ofrecer a sus clientes una mayor practicidad gracias a un aumento de las medidas exteriores e interiores del vehículo, con lo que se consigue que cinco pasajeros puedan ir más cómodamente sentados, sin renunciar a un maletero de generosas dimensiones. Hay que decir que este modelo semi-familiar es el complemento al MINI clásico porque el Clubman ofrece la practicidad de la que prescinde el pequeño de la gama, sin renunciar al buen dinamismo.

Desde su entrada en BMW la primera versión del Clubman se puso a la venta en el año 2007, aunque hay antecedentes de este nombre cuando se hizo un restyling del modelo allá por el año 1969, a la cual se le puso este nombre (Clubman)
Exteriormente, el automóvil presenta diferencias respecto al anterior, ya que se le han puesto más spoilers anteriores y posteriores para hacerlo un poco más moderno y atractivo, sin perder un ápice de la esencia del modelo del cual deriva.

La parte delantera se caracteriza por contar con unas luces redondas que cuentan con una interesante corona de leds para las luces diurnas, además de montar luces también de leds para la conducción nocturna, que iluminan perfectamente la carretera. En la parte inferior se encuentran las luces antiniebla, de generosas dimensiones. La parte posterior es quizá la que se ha modificado más, gracias a unas tulipas de una sola pieza, de grandes dimensiones, con el interior con luces de led que hacen un interesante dibujo de noche.

El modelo que hemos examinado es el MINI Cooper D Clubman, que dispone del mismo motor diésel de 150 CV que lleva el nuevo X1 que probamos recientemente. A pesar de ser el mismo propulsor, el comportamiento es muy diferente en uno y en otro vehículo por dimensiones, peso y cualidades dinámicas.

La versión objeto de prueba llevaba cambio de marchas Steptronic automático de ocho relaciones, con tres modos de conducción: ECO, Normal y Sport. Entre el modo más eficiente y el deportivo se nota mucho el cambio de comportamiento. En esta última sube mucho más de vueltas antes de cambiar de relación, con lo que la aceleración es enérgica.

En la recuperación también se muestra rápido, con lo que este dinamismo propio del vehículo se ve reforzado de forma considerable. El comportamiento en carretera es de lo más deportivo también gracias a tener el típico comportamiento del MINI, que siempre se ha comparado con el de un kart. Eso sí, a costa de tener unas suspensiones un poco duras, lo que redunda en una menor comodidad de sus ocupantes, sin que llegue a ser un problema en absoluto. Apenas se nota el hecho de que sea una versión más larga.

El consumo también es de lo más contenido, con una media ofrecida por la marca de unos 4’4 litros, que nosotros hemos aumentado hasta los 5’8, con una conducción mixta, pero más o menos dinámica, una cifra que no está nada mal.

El interior es el típico del resto de gama, con muchas luces interiores que le dan una personalidad especial, o incluso con detalles como el hecho de que se vea reflejado el escudo de la marca en el exterior del vehículo cuando aparcamos de noche. Los materiales son de primera calidad, con gran cantidad de cromados de buena calidad y ausencia de plásticos que a la larga acaban causando molestos ruidos.