Cada objeto guarda una historia. Y juntos, muchos objetos componen el relato de un pueblo. Durante más de 25 años, Miquel Ballester Julià, doctor en Historia del Arte y apasionado del patrimonio, ha dedicado su vida a rescatar trozos de memoria popular, guardando y recogiendo herramientas olvidadas, historias de oficios desaparecidos o elementos imprescindible del día a día de nuestros antepasados. Tras muchos años de trabajo, ahora, este esfuerza toma forma con el Etnográfic Campos, una exposición permanente que se convierte en un viaje por la historia viva de Mallorca a través de la memoria.
Distribuida en tres plantas y más de 1.000 metros cuadrados de exposición, la muestra propone un recorrido por la vida tradicional de la isla, desde el trabajo en el campo hasta la barbería de barrio, pasando por la escuela, la cocina, la música o la artesanía. Todo con objetos recogidos y restaurados con mimo por su propio impulsor.
El trayecto está organizado en sectores económicos. En la planta baja, se empieza por el sector primario: desde la preparación de la tierra hasta la molienda del grano, con herramientas que explican el día a día agrícola. Más arriba, aparecen los oficios del sector secundario, muchos de ellos hoy ya desaparecidos o en vías de hacerlo, como herreros, cerrajeros, latoneros, trinchadores o carpinteros. También se representa la botiga mallorquina de los siglos XIX y XX, una barbería antigua o distintos espacios domésticos que evocan la vida en una casa típica mallorquina.

No faltan los objetos de caza, matanzas, cestería, textil, cerámica o incluso recuerdos de una antigua cerería palmesana del año 1785. Además de los elementos de medidas, dónde empezó todo, «fue por lo primero que me interesé, y de hecho escribí sobre ello». Otro de los espacios más significativos es el que rinde homenaje a Magdalena Sampol, empresaria de Mancor de la Vall que en 1947 abrió una fábrica de calzado, truncada por las barreras del entorno machista de aquel momento.

«Muchas exposiciones de este tipo eran temporales y me sabía mal que se perdiera todo ese conocimiento. Así que empecé a guardar objetos. Es mi hobby, mi pasión, y ahora también mi forma de preservar la historia», explica Ballester. «Este espacio es como una novela que llevo 25 años escribiendo», matiza.
Etnogràfic Campos ha nacido de la iniciativa privada, y «sin ningún tipo de aportación pública» con un objetivo claro, «que no se pierda lo que forma parte de nuestra identidad, que los mayores recuerden y la gente joven entienda cómo vivimos», porqué esta exposición, no solo muestra lo que fuimos, sino que nos recuerda por qué no debemos olvidarlo.
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