Uno de los momentos de la noche. | Pilar Pellicer

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La ilusión de los pollencins que ayer esperaban disfrutar de la fiesta del Pi de Sant Antoni tras más de mil días sin poder hacerlo por culpa de la pandemia se vio truncada por la extrema dificultad que supuso poder coronar el árbol de 21 metros después de que, rompiendo el protocolo, alguien embadurnara de manteca de cerdo los últimos metros del pino. Además, la lluvia y dos breves pero intensas granizadas hicieron aún más épica la aventura. Pasada la media noche el alcalde Andrés Nevado ordenó suspender la fiesta por el peligro que suponía, pero un rato después se produjo la coronación. Sergi Gómez ha sido el encargado de poner punto y final a la fiesta más esperada del año y ha conquistado la cima.

La fiesta en la Plaça Vella culminó una jornada que comenzó con la excursión hasta Ternelles para ir a buscar el Pi de 21 metros. No se pudo encender fuego en todo el recorrido por las prohibiciones a causa del viento y también la lluvia hizo acto de aparición. Afortunadamente, cuando arrancó la bajada del pino hasta el centro de Pollença la lluvia amainó y el viento también se redujo bastante, como si el pueblo tuviera un pacto secreto con Sant Antoni, hasta que volvió el agua y el granizo. El recorrido por las calles fue multitudinario, con algunos parones, pero muy lejos de los problemas que se produjeron en años anteriores, como cuando en 2018 se rompió la ramera por la excesiva longitud del árbol causando dos heridos.

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Dificultades

Aún así, tampoco se logró entrar el pino en toda su longitud y cuando se manipulaba para sortear la curva de entrada a la plaza se quebraron unos dos metros del ramaje, por lo que el árbol a escalar quedó en unos 19 metros de altura. Gracias a varias mejoras en los cordajes y con el uso de nuevas poleas, la operación para plantar el Pi en la Plaça Vella fue más ágil que en años anteriores y Pep Martorell pudo colocar las cuñas en la base, aunque con el paso del tiempo el árbol se fue torciendo hacia la iglesia.

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A las nueve en punto comenzó la batalla casi coreografiada para subir al Pi, con varios grupos intentándolo y ayudándose. El primero en llegar a la segunda cuerda fue Tomeu Llompart, de Can Moixet, pero una sorpresiva granizada le hizo desistir del intento y además apagó un poco los ánimos de la plaza, que se fue vaciando a medida que se mojaban las vestimentas.

Otros veteranos como Mateu Gusano, Josep Vives (que fue el Dragut de 2022), Joan Bibiloni o Miquel Àngel Torrandell (que ha subido nueve veces al Pi) se encontraban con el obstáculo de la manteca y el jabón, que sí se usa de forma oficial, y no podían alcanzar el ternal. La fiesta fue decayendo a medida que no había avances y la plaza también se vaciaba, a la vez que se produjeron algunas caídas desde la primera cuerda por culpa del cansancio y de la poca experiencia de quien lo intentaba. A pesar de eso y de ya no estar en el día de Sant Antoni, Sergi Gómez consiguió esparcir el confeti que esperaba en lo alto del Pi de Sant Antoni.