El presidente de los hoteleros de Santa Ponça, Christian Roses, en el hotel Pirates. | Jaime Mora

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Con la temporada encarando su recta final, Christian Roses se muestra satisfecho por lo vivido y optimista de cara al futuro.

¿Qué balance hace de la temporada en Santa Ponça?
— La podemos catalogar como muy buena. No ha sido mejor que la de 2019, pero sí muy parecida en líneas generales. Eso sí, la incertidumbre para esta temporada era enorme, las expectativas eran inciertas, por eso seguramente nos ha dejado un mejor sabor de boca.

¿Con menor rentabilidad?
— Sin duda. Hemos aumentado las tarifas y hemos tratado de mejorar la gestión del gasto, pero ha resultado imposible compensar el crecimiento de la inflación. El hotelero no ha repercutido en el cliente final el aumento de precios.

¿Los hoteles de Santa Ponça, como ha ocurrido en otros lugares, han aprovechado la crisis de la COVID para aumentar la venta directa?
— La pandemia ha generado mucha inseguridad en el viajero, porque las reservas de 2020 y de 2021 no pudieron fructificar, a pesar de que recuperasen finalmente el dinero. En nuestro caso ha habido más venta de touroperación porque a los británicos esta fórmula les aporta más tranquilidad en un contexto como el que hemos vivido. Han crecido, pues, la venta de touroperación y la venta directa, pero han descendido las ventas a través de portales que unen reservas de vuelo, hotel y desplazamiento, porque fueron los que peor respondieron a sus clientes en época de pandemia.

¿Es una oportunidad perdida el no haber aprovechado estos años para restar dependencia del touroperador?
— Yo entiendo que la touperación sigue siendo imprescindible en un modelo turístico como el nuestro, que maneja unas cifras de ocupación tan elevadas. Se puede transformar, pero tratar de eliminarlo es absurdo. Está claro que nos podemos posicionar a través de la venta directa, pero el touroperador hace una tarea impagable en promoción de la isla, y es un colaborador necesario para el destino. Ya no manda como antes, ahora colabora, y en ese sentido es un actor fundamental.

¿Será más larga esta temporada?
— Me encantaría, y hemos intentado llegar hasta el 15 de noviembre, pero la triste realidad es que nos hemos tenido que parar en el día 4 porque no hay demanda.

Una buena noticia que deja este verano es la ausencia de incidentes en Ramón de Montcada, tras algunos veranos complicados...
— Sí, ha sido un verano sin escándalos y debemos felicitar a todos los actores implicados. Existe firmeza política para acabar con el turismo de excesos y se está logrando más rápidamente de lo que nadie esperaba, con la participación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y de los propios hoteleros. Nosotros aplicamos mano dura.

¿Se ha tenido que expulsar a clientes conflictivos este verano?
— Por supuesto. Pero no porque hayan cometido escándalos, sino porque tenemos el listón muy alto, y debe quedar claro que el turista que se pasa de la raya, aquí no cabe.

¿La crisis energética, la imparable inflación, una severa crisis económica en el Reino Unido... ¿Le asusta como empresario lo que pueda deparar la temporada de 2023?
— Especular resulta siempre difícil y peligroso. Debemos aprender de lo que nos ha pasado. Nadie creía por ejemplo que un virus nos haría estar cerrados no ya una, sino dos temporadas. Pero el miedo no ayuda. Y ahora no debemos ponernos a pensar en las cosas malas que pueden ocurrir en el futuro.

¿Las reservas, de momento, van entrando?
— ¡Y tanto! Nuestra realidad, la única palpable a día de hoy, es que las reservas para 2023 son iguales o mejores a las que teníamos ahora hace un año para 2022. Sí, hay indicadores que invitan a ese cierto pesimismo, pero yo no puedo hacer nada al respecto, así que no me queda más que trabajar y seguir cuidando a mis clientes, confiando en que la próxima temporada sea buena, que es lo que me indican hoy las reservas.

Hace ya diez años que abrió el hotel Pirates bajo la premisa de tematizar la planta hotelera de Mallorca. ¿Se ha logrado?
— Sí. Somos el destino que mejor se ha recuperado de la pandemia en todo el Mediterráneo y no es casualidad. El 80% de los hoteles se han renovado, no solo físicamente sino desde el punto de vista conceptual, aportando algo nuevo a su clientela.

Por último, ¿estamos a las puertas de un conflicto laboral por la inflación y los sueldos?
— El trabajador debería cobrar más porque hace un gran trabajo, pero un incremento desproporcionado de sueldos nos restaría rentabilidad. El Estado tiene que implicarse rebajando los costes para la empresa y para el trabajador.