Destacan impactos ecológicos como los fondeos ilegales, la masificación y un alcantarillado deficiente. | Lola Olmo

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Unas doscientas personas participaron ayer en una concentración singular en el mar, a bordo de sus tablas de paddle surf y kayaks, para reivindicar acciones para la conservación del ecosistema marino, especialmente en una zona como la bahía de Pollença en la que dos estudios confirman serias amenazas para la biodiversidad. Las entidades convocantes, las asociaciones conservacionistas Mar de Fondo y Arrels Marines, habían pedido a los participantes que se unieran a bordo de elementos flotantes no contaminantes, y la respuesta fue un colorido mosaico de tablas de paddle surf y kayaks, mientras sus ocupantes alertaban de que «sin azul no hay verde».

En un manifiesto conjunto, ambas entidades ecologistas lamentaron que «como consecuencia de la masificación turística y la escasa planificación y regulación urbanística que la ha acompañado, Pollença es uno de los municipios más gentrificados y antropizados de las Illes Balears, lo cual afecta directamente a sus ecosistemas marinos». Y añaden que el problema viene de lejos. «Ahora empezamos a ver el alcance ecológico real de todos los impactos que se están dando en la bahía de Pollença, algunos de ellos llevan décadas presentes».

El primero, señalan, fue la construcción de una escollera artificial para crear una playa kilómetrica «sin entender ni estudiar los impactos que esto podría tener sobre el fondo marino». Destacan que la playa se creó con arena procedente de canteras que enturbia el agua e impide que llegue la luz al fondo, «convirtiéndolo en un barrizal». También achacan el declive ecológico al crecimiento de la población del Port - un 47 por ciento en los últimos 20 años- «sin que el alcantarillado pueda asumirlo»; a los fondeos ilegales sin control y a la incesante actividad náutica.