Tomeu Sampol trabajando en su taller de la plaza de América de Sóller. | R.P.F.

TW
3

Bartomeu Sampol Bernat (Sóller, 1959) es el último tapicero de Sóller. Hace unos 40 años abrió, junto a su hermano ya retirado, un popular taller de tapicería en la plaza de América del municipio, que ahora cerrará debido a su jubilación. Sampol lamenta que un oficio de conservación y renovación de muebles, que aún hoy en día tiene mucha demanda, no pueda ser aprendido por los jóvenes a través de programas oficiales de formación profesional. Se trata de otro oficio manual que se está perdiendo, fagocitado por los hábitos de consumo rápido con los que difícilmente pueden lidiar las pequeñas empresas tradicionales.

¿Cuántos años hace que trabaja en este oficio?
— Empezamos con el negocio en noviembre del año 1983 y, por lo tanto, el próximo año 2023 se cumplirán cuarenta años. Durante todo este tiempo siempre hemos trabajado en este taller, situado en la Plaza de América de Sóller.

¿Cuántas personas trabajan en el taller?
— Ahora mismo solamente estoy yo. Desde el principio siempre había trabajado con mi hermano, pero él tuvo que dejarlo por un problema de salud. Pero de todas formas, él también, por edad, ahora ya estaría retirado.

¿De quién aprendió el oficio de tapicero?
— Mi padre era zapatero y cuando se empezaron a fabricar zapatos a gran escala industrial las ventas fueron menguando. En aquel momento él empezó a realizar pequeños trabajos de tapicería, como por ejemplo arreglar asientos de ciclomotor y, de esta forma, poco a poco empezó a introducirse en el mundo de la tapicería y nos enseñó. Cuando mi hermano y yo terminamos los estudios nos metimos de lleno en el oficio.

¿Han tenido competencia en el pueblo?
— La verdad es que no mucha, aunque ha habido algún tapicero esporádico. Uno que es pariente nuestro se puso a practicar el oficio, pero era mayor y solamente continuó en ello durante unos 10 o 15 años, y después ya lo dejó.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
— Me gusta mucho tapizar los muebles antiguos de Sóller. Hay muchos en la ciudad. Se trata de un trabajo muy creativo y muy bonito. Es difícil y laborioso, pero cuando ves los resultados es muy satisfactorio. También la gente que acude a nosotros está contenta con el resultado. Cuando tengo en el taller un mueble bonito en el que estoy trabajando, hay gente que se detiene a tomar fotos o a mirar como lo hago. Especialmente a los turistas les gusta ver que aún existen este tipo de oficios.

¿Qué futuro le ve al oficio?
— Aquí en Sóller lo tenemos mal y de momento no habrá ningún tapicero. Hay muy pocas escuelas que impartan una Formación Profesional de tapicería. En las grandes ciudades como Madrid o Barcelona seguro que se sigue enseñando, ya que hay mucho mobiliario antiguo, y el trabajo a mano que realiza un tapicero no puede ser reemplazado por ninguna máquina.

¿Entonces en toda la Isla no hay ahora posibilidad de formarse profesionalmente como tapicero?
— Que yo sepa, ahora mismo no. Hace unos años mi hermano impartió un curso durante una temporada en Palma, pero después cambiaron las políticas formativas y se terminó. No sé si actualmente hay nada de esto. Es una pena.

¿Y en Sóller, ya no quedará nadie que pueda realizar este tipo de trabajos de conservación?
— Pues no, ya que ni mi hermano ni yo hemos tenido hijos que hayan podido aprender el oficio y seguir con el negocio y, por lo tanto, con nosotros se acaba. Además, se trata de una labor que no se aprende en solamente dos o tres años. Para hacer bien el trabajo se necesitan bastantes años de aprendizaje y pocos están dispuestos a hacerlo. No hemos tenido aprendices porque no compensa tener que enseñar a alguien pagando sueldos y seguridad social. Antiguamente, los oficios se aprendían así, pero hoy es más difícil.

¿Qué ha supuesto para su trabajo la tendencia de adquirir muebles por internet o en grandes almacenes?
— La verdad es que mucha gente, tanto mallorquines como extranjeros, siguen renovando sus muebles antiguos, tapizándolos y dándoles así una nueva vida. Hay trabajo. Otra cosa es el mueble moderno de producción industrial que es muy fácil de cambiar debido a unos precios con los que no pueden competir las empresas que los fabrican de forma tradicional. Pero, la verdad es que cuando traen aquí a tapizar alguno de estos muebles, en cuanto les quitas la tela, se ve que su ‘esqueleto’ es de mala calidad. Por esto apenas duran.